La equidad es un valor fundamental y un principio rector de la política y práctica educativa, pero no necesariamente se materializa en las escuelas y sistemas educativos de todo el mundo. Existen grandes variaciones entre las economías y los países participantes en PISA en cuanto a la magnitud de la diferencia que supone el estatus socioeconómico en el aprendizaje, el bienestar y el logro en la educación superior de los estudiantes. Esto sugiere que la política y la práctica educativa tienen un papel fundamental a la hora de reducir las desigualdades socioeconómicas en la educación.
La equidad no significa que todos los estudiantes obtengan resultados educativos iguales, sino que las diferencias en los resultados de los estudiantes no están relacionadas con sus orígenes o circunstancias económicas y sociales sobre las cuales no tienen control. La equidad en la educación significa que los estudiantes de diferente origen socioeconómico alcancen niveles similares de rendimiento académico y de bienestar social y emocional, y que tengan las mismas probabilidades de obtener títulos de enseñanza superior, como títulos universitarios, que les facilitarán el éxito en el mercado laboral y les permitirán alcanzar sus objetivos como miembros adultos de la sociedad. Los sistemas educativos deben identificar cómo aprende mejor cada estudiante y adaptar las oportunidades de aprendizaje a sus necesidades.
El recién publicado informe PISA, Equity in Education: Breaking Down Barriers to Social Mobility (Equidad en la educación: superar las barreras a la movilidad social), muestra que la reducción de las diferencias relacionadas con el estatus socioeconómico en términos de lo que los estudiantes que están a punto de terminar la educación obligatoria pueden hacer con lo que han aprendido podría brindar más oportunidades a los niños y jóvenes nacidos en el seno de familias desfavorecidas para mejorar su condición socioeconómica.