Para ayudar a empresas por lo demás sanas a sobrevivir la crisis actual y salvaguardar los empleos correspondientes, es necesario que los gobiernos ayuden al sector minorista a sortear los tres choques que enfrenta: un choque de demanda, un choque de oferta y un choque de productividad. En el corto plazo, es preciso apoyar a las empresas minoristas, al igual que a otras empresas del sector comercial. Sin embargo, las especificidades del sector minorista reclaman respuestas de política diseñadas a la medida.
Primera: los gobiernos tendrán que poner a disposición de los minoristas, de manera rápida y accesible, apoyo para obtener y garantizar liquidez con el fin de mantenerlos a flote. Dado que las actividades minoristas no esenciales afrontan bajas sin precedentes de la demanda debido al confinamiento, el apoyo para garantizar la liquidez ayudará a evitar “la muerte por accidente” de minoristas por lo demás solventes. Los gobiernos ya ofrecieron apoyo de emergencia cuantioso y transversal; ahora deberán asegurarse de hacerlo accesible a todos los negocios minoristas, bien se trate de pequeñas tiendas independientes o de grandes cadenas. Más allá de la emergencia, las medidas de apoyo para garantizar la liquidez deberían brindarse solo a empresas viables, para así prevenir un efecto adverso en el dinamismo comercial.
Segunda: los gobiernos tendrán que ayudar a los minoristas esenciales a lidiar con la escasez de oferta de mano de obra. Los negocios minoristas esenciales experimentan un pico en la demanda de productos y a la vez una baja en la oferta de mano de obra, debido a las medidas de contención y a las restricciones de confinamiento. Por ejemplo, en el Reino Unido, Nielsen informa que las ventas de abarrotes no perecederos (es decir, alimentos que pueden almacenarse de manera segura a temperatura ambiente) aumentaron más del doble durante la semana previa al confinamiento, en comparación con la misma semana en 2019; por su parte, el Institute of Grocery Distribution reporta tasas de ausentismo del personal de 20% o más durante la etapa inicial del confinamiento. Los gobiernos adoptaron cuatro tipos de medidas para garantizar que los hogares tengan acceso a productos esenciales: 1) aumentar los incentivos financieros para los trabajadores del sector minorista; 2) flexibilizar temporalmente las regulaciones del mercado laboral o del comercio minorista en el caso de las actividades esenciales; 3) suavizar la exigencia de acoplamiento de la oferta y la demanda para los empleos en el sector minorista; 4) ofrecer orientación sobre higiene y seguridad en las tiendas minoristas para resolver la preocupación de los empleados (véanse ejemplos en el Recuadro 1). Estas medidas deberían seguir normas reconocidas de conducta empresarial responsable con el fin de prevenir consecuencias perjudiciales para el bienestar de los trabajadores. La eficacia de dichas medidas depende fundamentalmente de la calidad del diálogo social que los empleadores y su personal sostengan (véase, por ejemplo, una declaración conjunta de minoristas y sindicatos).
Tercera: los gobiernos tendrán que apoyar a las empresas minoristas en la implementación de medidas de distanciamiento social dirigidas a mantener a salvo a su personal y a sus clientes. Estas incluyen horarios flexibles de apertura o guías claras y concretas sobre normas de higiene y seguridad para la venta y la entrega de productos (véanse ejemplos en el Recuadro 1). Sin embargo, este distanciamiento afecta seriamente la productividad de los minoristas (por ejemplo, debido a los costos extra de los equipos de protección personales y la menor intensidad de las actividades de compra). La acción gubernamental podría ayudar a mitigar este impacto sobre la productividad al reducir los obstáculos relacionados con la información y la incertidumbre regulatoria, al garantizar un suministro estable de equipos de protección y al apoyar la comunicación con los clientes. Más aún, es recomendable que los gobiernos reevalúen la regulación de las ventas con descuentos en las tiendas físicas. En varios países, las reglas existentes solo permiten ciertas rebajas durante periodos breves, lo cual podría poner en peligro los esfuerzos de distanciamiento social y a la vez restringir la capacidad de los minoristas de implementar estrategias comerciales que les ayuden a compensar el impacto del COVID-19 en sus ingresos.
Cuarta: es necesario que los gobiernos se cercioren de que después de la crisis siga habiendo suficiente competencia en el sector minorista. A pesar de los grandes esfuerzos de los gobiernos, la crisis por COVID-19 puede provocar el cierre de muchos minoristas. Este impacto probablemente sea asimétrico, ya que la crisis afecta desproporcionadamente a los negocios pequeños y físicos, en tanto que los negocios en línea y grandes tienen más probabilidades de sobrevivir. Por consiguiente, la crisis podría reducir aún más la presencia local del comercio minorista e incrementar la consolidación en curso del sector, donde las ventas de los ocho principales grupos empresariales ya alcanzaron casi 80% en 2014 (Gráfica 2). Más aún, en las circunstancias excepcionales de la crisis por COVID-19 hay casos en los que la cooperación entre competidores es legítima y válida para superar los trastornos, en especial en las cadenas de suministro minoristas esenciales. En este contexto, es necesario que los gobiernos se aseguren de que siga habiendo competencia suficiente y así evitar efectos negativos para los consumidores. En particular, las autoridades en materia de competencia deberán impugnar las conductas explotadoras de fijación de precios y continuar revisando con cuidado las fusiones, tanto durante como después de la crisis. Además, los gobiernos de varios países de la OCDE aún tienen margen para bajar los costos de entrada y facilitar la apertura de nuevos negocios minoristas al reducir los requisitos de registro y obtención de licencias (Gráfica 3).
En quinto lugar, en el largo plazo, el sector minorista se beneficiará de los esfuerzos para aumentar su resiliencia a los choques. Los minoristas con tiendas físicas pueden diversificar sus canales de ventas, especialmente al ampliar su actividad a ventas en línea. Por ejemplo, en Corea, el gobierno está reforzando su apoyo a los negocios pequeños para ingresar a plataformas de venta en línea. En Japón, el gobierno proporcionará un subsidio para la continuidad de las empresas, que permite a estas diversificar y ampliar sus canales de ventas. Más allá de la ayuda financiera, los gobiernos habrán de prestar atención a las barreras regulatorias que impiden la participación de los minoristas tradicionales en las ventas en línea (por ejemplo, reglas de otorgamiento de permisos y zonificación) y a las condiciones marco que afectan la demanda de ventas en línea (por ejemplo, alfabetización digital, protección del consumidor, seguridad y confiabilidad de los sistemas de pago). Por último, ya que el COVID-19 afecta la oferta alimentaria y agrícola en formas complejas, el sector minorista deberá también considerar la resiliencia de su cadena de suministro cuando sea necesario, en particular al recurrir a fuentes de productos más diversificadas, al mejorar la gestión de inventarios y al reforzar el análisis de datos para mejorar los pronósticos sobre ventas y las tensiones en la cadena de suministro.