Los logros educativos de las mujeres han progresado en todos los niveles, alentados por el mayor rendimiento de la educación y la perspectiva de una mayor inclusión en el mercado laboral. Hoy en día, las mujeres jóvenes superan a los hombres jóvenes en términos de nivel educativo: entre los 25 y 34 años, la proporción de titulados superiores es del 35% para las mujeres y del 27% para los hombres.
Igualdad de género en Colombia
Resumen ejecutivo
En las últimas décadas, la igualdad de género en Colombia ha avanzado en varias dimensiones
A pesar de estos logros, sigue habiendo retos
En Colombia, el 48% de todas las mujeres en edad de trabajar (15‑64 años) estaban empleadas en 2021, frente a cerca del 74% de los hombres. La brecha de género en la participación laboral resultante de 26 puntos porcentuales supera la media de la OCDE en 12 puntos porcentuales. Las cifras nacionales ocultan la presencia de variaciones considerables. En algunas zonas rurales, la brecha de género en la participación laboral es más del doble que en los centros urbanos. En Caldas, Caquetá y Huila, por ejemplo, la brecha es del 29%, frente al 13% de Bogotá. En los niveles de educación primaria y secundaria, la brecha en las tasas de participación entre hombres y mujeres alcanza 33 y 20 puntos porcentuales, respectivamente, frente a 7 puntos porcentuales en el nivel de educación superior. Estas diferencias reflejan el hecho de que en los niveles educativos más bajos las mujeres tienen más probabilidades de estar empleadas en el mercado laboral informal. Además, cuando trabajan de forma remunerada, las trabajadoras tienen más probabilidades de percibir ingresos bajos y menos de ascender a puestos de liderazgo. Además, las mujeres tienen menos probabilidades de estudiar en los campos más lucrativos como son la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM). La proporción de hombres graduados en carreras STEM supera en casi 20 puntos porcentuales al de las mujeres.
Como en todos los países, los hombres y las mujeres colombianos no comparten por igual las actividades laborales remuneradas y no remuneradas
Las mujeres tienen menos probabilidades de trabajar de forma remunerada y de hacerlo a tiempo completo que los hombres. En cambio, suelen dedicar más horas al cuidado de niños, parientes ancianos y parientes con discapacidad, y a las tareas domésticas. En promedio, las mujeres colombianas dedican 22 horas semanales más a tareas no remuneradas que los hombres, muy por encima de la media de la OCDE (15 horas). Al mismo tiempo, los hombres colombianos dedican 23 horas semanales más a actividades laborales remuneradas que las mujeres, también por encima de la media de la OCDE (12 horas).
Las niñas y las jóvenes están especialmente expuestas al riesgo de quedarse rezagadas con respecto a sus compañeros hombres
La probabilidad de que un joven colombiano se convierta en un NiNi - jóvenes sin empleo, educación o formación - es inusualmente alta para los estándares internacionales. Las tasas de NiNis del 17% y el 37% para hombres y mujeres jóvenes, respectivamente, implican que las mujeres tienen 2,2 veces más probabilidades de ser NiNis que los hombres, cerca de un 70% más que la media de toda la OCDE (1,3 veces) y más que en Chile, Costa Rica y Perú, los otros países de esta serie de análisis. Las mujeres jóvenes con un bajo nivel educativo están especialmente expuestas al riesgo de convertirse en NiNis, ya que suelen dedicar una cantidad desproporcionada de su tiempo a actividades domésticas no remuneradas.
En Colombia, las desigualdades de género varían mucho según los grupos socioeconómicos
Las diferencias salariales y de empleo entre hombres y mujeres existen en todos los niveles educativos, pero tienden a ser mayores entre los hombres y las mujeres con niveles educativos bajos. Así mismo, las desigualdades de género en el tiempo dedicado al trabajo no remunerado tienden a ser más amplias en las zonas rurales que en las urbanas, ya que las condiciones de acceso a infraestructuras básicas, educación y servicios de cuidado infantil son comparativamente peores en estas zonas, mientras que la influencia de las normas sociales patriarcales y tradicionales es más fuerte. Los factores concurrentes que refuerzan las desigualdades de género están relacionados con el hecho de pertenecer a poblaciones indígenas o ser madres solteras. Las décadas de conflicto interno y violencia en Colombia han exacerbado aún más las disparidades de grupo, al desplazar a una parte significativa de la población. Las mujeres y los hombres tenían casi las mismas probabilidades de ser víctimas del conflicto interno y la violencia, así como del desplazamiento forzado. Desde el repentino inicio de los flujos masivos de inmigración procedentes de la vecina Venezuela, las presiones migratorias internas e internacionales han tendido a solaparse.
Unas políticas de igualdad de género cuidadosamente diseñadas y aplicadas pueden mejorar significativamente el bienestar de la población colombiana
Más de la mitad de la población colombiana en edad de trabajar son mujeres. De cara al futuro, el rápido envejecimiento de la población y la disminución de la población activa hacen que la movilización de esta importante reserva de talento deba representar una prioridad para cualquier estrategia política colombiana destinada a crear una economía y una sociedad más sostenible e inclusiva. Siempre que se diseñe e implemente cuidadosamente, la evidencia internacional sugiere que lograr un mejor reparto del trabajo remunerado y no remunerado entre hombres y mujeres requiere una estrategia política integral. Esto implica, en particular: políticas familiares, incluida la disponibilidad de servicios e instalaciones de calidad para el cuidado de niños y ancianos, que ayuden a reducir las barreras que se interponen en el camino hacia un reparto más equitativo del tiempo y las responsabilidades entre los miembros de la pareja; abordar las actitudes y los estereotipos de género en la escuela; e intensificar los esfuerzos para atraer el interés de las niñas por las disciplinas STEM. Además, fomentar las políticas que contribuyen a reducir la brecha de género en los ingresos laborales y liberar más tiempo que las mujeres pueden dedicar al trabajo remunerado podría tener efectos positivos significativos en el empleo y la productividad, fortaleciendo al mismo tiempo el equilibrio entre la vida laboral y familiar. Es más probable que estos efectos positivos se produzcan si se combinan con esfuerzos continuos para incentivar a las familias vulnerables a implicarse en la educación de sus hijos, comunicando los beneficios de completar los estudios.