El OSITRAN comparte un marco legal con los otros tres reguladores sectoriales creados en los años noventa, el cual establece algunos límites a su autonomía. Al ser fundado en 1998, se otorgó al OSITRAN autonomía técnica, administrativa, económica y financiera, pero, en vez de instituirlo como organismo independiente, se le adscribió al Ministerio de Transportes y Comunicaciones. En el año 2000, la Ley número 27332 (Ley marco de los organismos reguladores de la inversión privada en los servicios públicos, LMOR) reconoció la autonomía técnica, administrativa, económica y financiera de los cuatro reguladores económicos peruanos1 y los adscribió a la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM). Estos reguladores del sector, si bien son autónomos en cierta medida, están sujetos a la aprobación de la PCM en materia de procedimientos internos, así como para realizar cambios en la organización interna o viajes de funcionarios.
El OSITRAN se estableció en 1998 para supervisar la inversión privada en la infraestructura de transporte de uso público y los sectores que se encuentran en su ámbito de competencia se han ampliado en los últimos 20 años. Al ser creado, el regulador recibió un mandato para cuatro sectores (aeropuertos, puertos, vías férreas y carreteras) y se le facultó para supervisar los contratos de concesión, fijar y revisar las tarifas de los servicios y aportar opiniones técnicas sin carácter vinculante sobre la infraestructura de transporte a escala nacional. En 2011 se añadió a la cartera del OSITRAN la supervisión de los servicios del Sistema Eléctrico de Transporte Masivo de Lima y Callao (el metro de Lima). Este último es el único sector en el que el organismo regula la prestación de servicios, pero sin capacidad de fijar y revisar las tarifas para pasajeros, que es competencia ministerial. En 2017 se agregó a la cartera del OSITRAN la Hidrovía Amazónica, la primera del país.
El OSITRAN tiene una importante función de supervisión de las Asociaciones Público Privadas (APP) que rigen la mayor parte de la infraestructura de transporte de Perú, aunque los contratos son redactados y otorgados por otros actores. Los contratos son suscritos por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) y redactados por ProInversión, en coordinación con el MTC. Dichos contratos pueden ser cofinanciados por el Estado o ser autónomos y depender solamente de inversiones privadas. Desde 2018, un nuevo proceso de diseño de contratos de APP faculta al OSITRAN para emitir opiniones sobre las versiones iniciales de los contratos: con anterioridad, esto solo podía hacerse ex post, una vez negociados y finalizados los contratos. El Consejo Directivo del OSITRAN puede emitir una opinión técnica previa sobre los contratos de concesión a solicitud de ProInversión, así como sobre cualquier modificación del contrato a solicitud del MTC. Si bien dichas opiniones no son vinculantes, el regulador informa que en su mayoría sus opiniones se toman en cuenta. Por ley, el OSITRAN posee la facultad exclusiva de interpretar los contratos en caso de controversia. Por lo general, las tarifas son establecidas por contratos de concesión y, por consiguiente, principalmente por ProInversión y el MTC; sin embargo, en algunos casos en los contratos se asigna esta función al OSITRAN durante la implementación (por ejemplo, en el caso de tres contratos de concesión terrestres, el OSITRAN define el nivel de los peajes).
Al ejecutar su mandato, el OSITRAN cubre muchas funciones que pueden dispersar demasiado sus recursos. Al ejecutar su mandato de supervisar los contratos de concesión, el OSITRAN supervisa la eficiencia de las obras (en el caso de inversiones cofinanciadas) y es responsable de monitorear la inversión y la calidad de los servicios. En fecha más reciente, también reforzó su foco de interés en empoderar e informar mejor a los usuarios de la infraestructura de transporte, como lo demuestra su marco estratégico actual (Gráfica 1). Si bien todas estas actividades son pertinentes para el desempeño general de la infraestructura de transporte, puede haber margen para un enfoque más estratégico y un uso focalizado de los recursos en resultados del OSITRAN (por ejemplo, inversión y calidad de servicio). Esto es aún más importante en un contexto de recursos restringidos y medidas de austeridad por parte del gobierno central.
El OSITRAN cuenta con una buena reputación técnica, pero durante las últimas décadas su identidad se ha visto marcada por serios escándalos de corrupción relacionados con las inversiones en infraestructura en Perú. Desde 2018 el país se ha conmocionado con escándalos graves y trascendentales relativos a contratos otorgados por el Estado. Muchos de ellos tienen que ver con el sector del transporte. Los escándalos han implicado a los más altos niveles del gobierno y en algunos casos el OSITRAN ha estado directamente involucrado, aunque el regulador no haya tomado decisiones definitivas en materia de inversión. Desentrañar las redes masivas de corrupción en Perú y en todo el continente latinoamericano erosionó la confianza en las instituciones públicas e impactó también la identidad y la cultura interna del OSITRAN. El regulador ha empezado a atender las brechas de ánimo del personal, pero se requiere trabajar más para reunir a sus miembros con un sentido de propósito común. La creación de una institución orgullosa y unida que cuenta con ambiciosas medidas prointegridad y anticorrupción puede elevar al OSITRAN por encima de los golpes que ha recibido durante años y conformar la base para reconstruir la confianza con actores externos.