La "economía social" ha desempeñado un importante rol a la hora de abordar y mitigar los impactos a corto y largo plazo de la crisis de COVID‑19 sobre la economía y la sociedad. A corto plazo, los agentes de la economía social han contribuido a la recuperación de la crisis aportando soluciones innovadoras destinadas a reforzar los servicios públicos como complemento de la acción gubernamental. A largo plazo, las organizaciones de economía social pueden contribuir a reconfigurar la economía posterior a la crisis promoviendo modelos económicos inclusivos y sostenibles. Apoyándose en décadas de experiencia, sus características específicas y sus principios subyacentes, la economía social puede inspirar modelos de innovación social y un sentido de propósito a las empresas que operan en la economía de mercado.
La economía social y la crisis de COVID-19: Roles actuales y futuros
Abstract
Datos y mensajes clave
La economía social incluye asociaciones, cooperativas, fundaciones, mutuales y empresas sociales. En Estados Unidos hay 2.8 millones de entidades de la economía social, que representan el 6.3% del empleo de Estados Unidos, pero su impacto va mucho más allá de esas cifras. Los agentes de la economía social se encuentran en la mayoría de los sectores de la economía, desde la sanidad y la educación hasta la banca y los servicios públicos. Algunas son pequeñas organizaciones sin fin de lucro, pero otras son grandes empresas de alcance internacional.
La característica distintiva de la economía social es que se centra en prácticas económicas sostenibles e integradoras: (i) abordando las necesidades de la sociedad (es decir, sociales y/o medioambientales); (ii) organizando actividades económicas basadas en las raíces locales, así como utilizando una gobernanza participativa y democrática; y (iii) trabajando en estrecha cooperación con otros agentes económicos y partes interesadas pertinentes.
La demanda de economía social nunca ha sido mayor. Las organizaciones de la economía social han sido un socio de confianza, actuando en primera línea de la crisis para atender necesidades sanitarias y sociales urgentes. Sin embargo, también se enfrentan a las consecuencias del aislamiento, similares a las de otros agentes económicos, incluida la caída de los ingresos. Ciertas formas jurídicas de la economía social (como las asociaciones o las fundaciones) pueden representar un obstáculo para acceder a las medidas de apoyo gubernamental disponibles para las empresas durante la crisis.
La crisis de COVID-19 exige un reequilibrio de la eficiencia y la resiliencia en toda la economía. Tradicionalmente, se ha considerado que la finalidad de la economía social es "reparar" los problemas sociales (como la falta de vivienda, la exclusión del mercado laboral y otras formas de exclusión social que sufren los grupos vulnerables). Sin embargo, la economía social puede desarrollar un rol mucho más amplio en la fase pospandemia para inspirar la transformación hacia una economía y una sociedad más inclusivas y sostenibles.
La economía social ha demostrado ser pionera en la identificación y aplicación de innovaciones sociales y formas alternas de organizar las actividades económicas. A menudo, estas innovaciones han sido posteriormente integradas y adoptadas por el resto de la economía (como el comercio justo, los movimientos de alimentos ecológicos o las finanzas éticas). Estas innovaciones han contribuido a la transformación social y económica y serán muy necesarias en un mundo pos-COVID-19.
Las organizaciones de la economía social también tienen el potencial de ampliar la innovación social para abordar los acuciantes retos medioambientales y sociales. Para ello, se centran en el impacto social y trabajan con las partes interesadas locales (ciudadanos, sociedad civil, responsables políticos, empresarios, investigadores) en formas de colaboración que promueven el uso de nuevas prácticas. Se necesitan medidas políticas concretas, en forma de marcos jurídicos y recursos, para apoyar estas nuevas formas de experimentación y colaboración social, cuyo impacto aumentaría.
Entre las medidas políticas recomendadas por los gobiernos nacionales y subnacionales se incluyen:
Definir una visión compartida sobre el futuro para "reconstruir mejor" y garantizar que las organizaciones de la economía social contribuyan activamente.
Desarrollar un plan de acción para lograr una transición hacia un modelo de desarrollo más sostenible e inclusivo, con un rol claro para la economía social.
Promover las prácticas de innovación social y la cooperación, incluso mediante fondos de apoyo a la experimentación y la innovación, como se hace con la innovación tecnológica.
Seguir diversificando los recursos financieros a disposición de las organizaciones de la economía social, mediante la actualización de los marcos jurídicos y los programas públicos.
Crear y compartir herramientas que proporcionen datos sobre el impacto social que no sean onerosas, pero que puedan documentar los avances e identificar a los de mayor impacto.
Introducción
La crisis de COVID-19 ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de las personas, las sociedades y las economías, lo que exige un replanteamiento de la organización de las actividades económicas y sociales. La crisis exige respuestas contundentes basadas en la solidaridad, la cooperación y la responsabilidad. Las organizaciones de la economía social (asociaciones, cooperativas, organizaciones mutuales, fundaciones y empresas sociales), cuyos modelos empresariales se basan en estos principios, pueden contribuir a reconfigurar las economías y las sociedades después de la crisis. Este documento presenta el rol que la economía social y sus actores han jugado en la crisis de COVID-19. Además, explica los retos actuales a los que se enfrenta la economía social y destaca una selección de instrumentos políticos y recomendaciones para apoyar a los actores de la economía social en sus esfuerzos por "reparar" y "transformar" las sociedades.
¿Qué es la economía social y cómo puede movilizarse para contribuir a la recuperación después del COVID-19?
Las organizaciones de la economía social sitúan las preocupaciones sociales y medioambientales en el centro de su modelo empresarial, priorizando el impacto social sobre la maximización del beneficio. Les mueve la misión de servir al bien común, proteger el interés general1 y aumentar el bienestar individual y comunitario organizando su actividad de un modo diferente (Figura 1).
Los modelos de negocio de la economía social son únicos en varios sentidos:
Movilizar múltiples recursos: las organizaciones de la economía social pueden movilizar diversos tipos de recursos (ingresos por ventas, subsidios públicos, donaciones, voluntariado) procedentes de distintas fuentes (sector público, empresas, fundaciones, particulares). Al reunir a diversos partidarios en torno a sus proyectos, refuerzan su sostenibilidad. Su capacidad para movilizar recursos financieros y no financieros de distintas fuentes puede explicarse por la doble misión de la economía social (económica y social) que es valorada por diversos actores por los distintos beneficios que produce (beneficios públicos y colectivos, beneficios individuales directos, beneficios indirectos) (Young, 2007[1])
Aplicar prácticas de funcionamiento sostenibles: las organizaciones de la economía social aplican prácticas sostenibles respetuosas con la primacía de las necesidades humanas y los ecosistemas naturales del entorno.
Adoptar una gobernanza inclusiva y democrática: las organizaciones de la economía social implican y empoderan a diversas partes interesadas en sus procesos de toma de decisiones. Estos modelos de gobernanza facilitan la toma de decisiones informadas sobre el impacto económico y social y aumentan el grado de democracia en la sociedad.
Están ancladas localmente: las organizaciones de la economía social suelen operar a nivel local, entienden lo que funciona y lo que no en el contexto local, y están especialmente bien preparadas para responder con rapidez a los problemas que surgen en sus áreas locales.
Facilitar la cooperación y la innovación social: las organizaciones de la economía social amplían el potencial de innovación social colectiva colaborando con las partes interesadas locales (ciudadanos, sociedad civil, responsables políticos, empresarios e investigadores). Experimentan con formas de trabajo nuevas y cooperativas para desarrollar soluciones locales, basándose en objetivos colectivos y en los activos complementarios de distintos tipos de agentes.
Aunque comparten principios y prácticas comunes, las organizaciones de la economía social muestran una gran diversidad en cuanto a formas jurídicas, tamaño, alcance y sectores (Figura 2). En este ámbito confluyen entidades sin y con fines lucrativos; las primeras se centran más en el componente social, mientras que las segundas tienen una orientación más económica. La mayoría de los agentes de la economía social son pequeñas y medianas entidades, pero el ámbito también cuenta con numerosos ejemplos de grandes entidades y grupos de organizaciones de la economía social capaces de competir con multinacionales en algunos casos. Las organizaciones de la economía social operan en sectores muy diversos. Aunque tradicionalmente se han dedicado a la prestación de servicios sociales y sanitarios, las organizaciones de la economía social están presentes en toda la economía.
La economía social es un importante agente económico y social por derecho propio, que ha demostrado su resistencia en crisis anteriores. En la UE hay 2.8 millones de entidades de la economía social, que en promedio representan el 6.3% del empleo de la UE (para más cifras sobre la economía social, véase el Recuadro 1). La economía social resistió las recesiones económicas tras la crisis financiera mundial de 2008. Por ejemplo, en países como Italia y Bélgica, el empleo en los sectores público y privado se redujo drásticamente durante el período 2008-2010 justo después de la crisis, mientras que el empleo en las empresas sociales en realidad creció (11.5% de crecimiento en Bélgica y 20.1% de crecimiento en las cooperativas sociales italianas) (European Union, 2016[2]). En Francia, entre 2000 y 2014, el empleo en la economía social registró un crecimiento significativo y continuo (25%), mientras que el crecimiento del empleo en el sector privado fue mucho menor (6%) (R&S, 2015[3]).
La economía social contribuye a la resiliencia social y económica2 dada la naturaleza de su actividad y los modelos empresariales más preparados para resistir las crisis. En primer lugar, las actividades y los servicios que prestan diversas organizaciones de la economía social −por ejemplo, en el sector sanitario, los servicios sociales y la integración laboral− mitigan los efectos directos de la crisis, especialmente para los grupos más vulnerables, ayudando a la sociedad a hacer frente a la crisis. En segundo lugar, algunas características específicas de los modelos empresariales de la economía social aumentan la capacidad de una organización de economía social para superar las dificultades durante una crisis, como las estructuras de gobernanza inclusivas y participativas, el arraigo en las comunidades y economías locales y la movilización de una serie de recursos mixtos. Estos elementos se han debatido y analizado ampliamente en varios informes publicados tras la crisis financiera mundial de 2008 (véase, por ejemplo, (CIRIEC, 2012[4]) (Birchall and Ketilson, 2009[5])).
Recuadro 1. La economía social en cifras
Aunque las estimaciones varían, en los países de la UE28 existen 2.8 millones de organizaciones tradicionales de la economía social (OES), que emplean a cerca de 6.3 % de la población activa de la UE (o 13.6 millones de puestos de trabajo), según CIRIEC (2017[6]).
La diversidad de definiciones y marcos jurídicos, así como los diferentes métodos de recopilación de datos, dificultan las comparaciones entre países referente al peso y la contribución de la economía social. La importancia económica de la economía social en términos de contribución al PIB es difícil de captar, ya que muchas de sus actividades no se reflejan en el PIB y requieren otros indicadores para medir su impacto. Además, no existe una definición utilizada mundialmente, pero las organizaciones de la economía social se refieren tradicionalmente al conjunto de asociaciones, cooperativas, organizaciones mutuales y fundaciones cuya actividad está impulsada por valores de solidaridad, primacía de las personas sobre el capital y gobernanza democrática y participativa (OECD, 2018[7]). En consecuencia, algunos países solo miden estas organizaciones, sin capturar las empresas sociales, mientras que otros recopilan conjuntos de datos muy detallados que capturan todas las organizaciones de la economía social, incluidas las empresas sociales que pueden quedar fuera de la definición tradicional de economía social. La importante diferencia de datos entre los distintos países puede explicarse en parte por las muy diferentes definiciones de las organizaciones de la economía social, así como por los distintos niveles de aceptación o reconocimiento y comprensión de la economía social en los distintos países (CIRIEC, 2017[6]).
La escala de la economía social varía considerablemente de un país a otro, debido en parte a los diferentes grados de su desarrollo, así como a las diferencias de medición. En 2015, el estudio CIRIEC comparativo entre países muestra que, mientras que el empleo en la economía social representaba entre 9% y 10% de la población activa en países como Bélgica, Italia, Luxemburgo, Francia y los Países Bajos, representaba menos de 2% del empleo en Eslovenia, Rumanía, Malta, Lituania, Croacia y la República Eslovaca. En Canadá, las empresas sociales emplean alrededor del 0.2% de la fuerza laboral, con variaciones significativas entre las provincias (OECD, 2018[7]). En Corea, 39 195 trabajadores estaban empleados por empresas sociales en 2016, lo que representa el 0.15% del empleo total (OECD, 2018[7]). En el Reino Unido, las empresas sociales aportan GBP 60 000 millones a la economía británica y emplean 5% de la mano de obra nacional (datos de 2017) (Social Enterprise UK (SEUK), 2018[8]).
Esta capacidad de aumentar la resiliencia económica y social está vinculada a los dos roles principales que desempeña la economía social en el sistema económico: reparar y transformar (Mertens, 2020[9]). En primer lugar, puede atender necesidades sociales que a menudo no cubre la economía de mercado y también complementar la acción pública. Por ejemplo, en el ámbito de la integración laboral, la economía social crea oportunidades de empleo para personas excluidas del mercado laboral. En segundo lugar, la economía social diseña, experimenta y aplica formas innovadoras de organizar la actividad económica de un modo más incluyente y sostenible, lo que resulta en prácticas responsables que transforman el sistema económico. Por ejemplo, al identificar y desarrollar nichos de oportunidades y, en consecuencia, desbloqueando nuevos sectores que posteriormente fueron ocupados por empresas tradicionales. Si bien estas funciones han sido especialmente visibles durante la crisis actual, existe la posibilidad de que la economía social desempeñe un papel transformador más fuerte durante la recuperación para ayudar a las comunidades a "reconstruir mejor".
El Recuadro 1 presenta un ejemplo de iniciativa de economía social que ilustra cómo las organizaciones de economía social se apoyan en sus características únicas para aportar soluciones rápidas en tiempos de crisis. Lo que resulta especialmente interesante de la creación de esta línea de producción local de mascarillas es que, en un principio, dependía de voluntarios para coserlas, pero pronto debería convertirse en un proyecto económicamente viable. Está previsto que el socio de la empresa social de integración laboral siga participando en la producción de mascarillas, mientras que la iniciativa también tratará de crear oportunidades de empleo para las personas que perdieron sus ingresos debido a la crisis.
Recuadro 2. Masques-Coronavirus.Brussels: reunir diferentes prácticas de economía social
Masques-Coronavirus.Brussels es un ejemplo de iniciativa de economía social que aportó soluciones rápidas a problemas acuciantes durante la crisis de COVID-19. Ante la escasez de equipos de protección personal, dos empresas sociales de Bruselas, EcoRes y Travie, unieron sus fuerzas para satisfacer la demanda urgente de mascarillas para el personal sanitario de primera línea. EcoRes es un laboratorio de innovación sostenible especializado en la economía circular3, que coordinó el proyecto, mientras que Travie es una empresa social de integración laboral que emplea a personas con discapacidad. Con el apoyo de la Región de Bruselas-Capital, se estableció una línea de producción colaborativa y descentralizada de mascarillas. Estudiantes de una escuela profesional de diseño de moda diseñaron el patrón de la máscara y dirigieron una tutoría sobre el diseño; las partes de las mascarillas fueron precortadas y preparadas por Travie; y fueron entregadas por la empresa social Urbike a una red de ciudadanos voluntarios que cosieron las mascarillas siguiendo normas de calidad. Participaron más de 2 000 personas y se produjeron 240 000 mascarillas reutilizables para cuidadores de primera línea en un mes y medio.
Este proyecto, que representa tanto una cadena de valor como un ecosistema en sí mismo, demuestra la capacidad de la economía social para:
atender las necesidades sociales inmediatas y mejorar la calidad de vida de las personas y sus comunidades;
reaccionar con agilidad y fomentar la solidaridad en situaciones extremas;
reunir a los agentes locales y movilizar diferentes recursos (financiación, voluntariado, conocimientos) de una serie de agentes (gobierno, ciudadanos, organizaciones de la economía social, profesionales);
poner en práctica formas innovadoras de cooperación entre personas, organizaciones y gobiernos locales, ampliando la innovación social colectiva a escala local; y
diseñar, experimentar y consolidar actividades económicas.
La economía social mitiga los efectos de la crisis de COVID-19 y complementa las acciones de la respuesta gubernamental
Históricamente, durante los periodos de crisis aumenta el valor concedido a la cooperación y la solidaridad. En recientes epidemias de salud pública, como la actual, crisis financieras, como la de 2007‑2008, y catástrofes naturales, como el tsunami de 2004, las cooperativas y las organizaciones de la economía social en general fueron fundamentales para ayudar a reconstruir su comunidad. Las organizaciones de la economía social tienen especial éxito a la hora de llegar a los grupos vulnerables y reintegrarlos en la sociedad, llenando así algunos de los vacíos dejados por el Estado y el mercado (véase el Recuadro 2). Esto se debe a que están ancladas localmente y a que su principal objetivo es social.
Recuadro 3. La economía social y su papel frente a las fallas del mercado y del Estado
La crisis de COVID-19 ha permitido a la economía social demostrar su verdadera capacidad y sus activos para hacer frente a las fallas del mercado y del Estado.
Fallas del mercado: La teoría económica dicta que, en una economía perfectamente competitiva, el mercado es el mecanismo más eficaz para proporcionar bienes y servicios. Sin embargo, el mercado "falla" cuando no se cumplen las condiciones de la competencia pura y perfecta, es decir, cuando la naturaleza de los bienes y servicios no es exclusivamente privada (es decir, bienes colectivos), cuando la información no circula perfectamente (asimetría de la información) o cuando hay concentración de actores (oligopolio, monopolio). Estas situaciones pueden dar lugar a transacciones desequilibradas, exclusión de los más vulnerables de las transacciones económicas o insuficiente consideración del interés colectivo, externalidades negativas e insuficiente atención a los intereses de las generaciones futuras. En algunas circunstancias, el Estado aporta una solución pública, por ejemplo, en el caso de la producción de bienes colectivos (véase más adelante) (Ben-Ner, 2006[10]). La economía social es otra vía para abordar los fallos del mercado (Noya and Clarence, 2007[11]). Al no estar impulsadas por la maximización del beneficio, las organizaciones de la economía social pueden utilizar estos medios para favorecer fines sociales (por ejemplo, la no exclusión mediante precios diferenciados, la producción de bienes colectivos, el aumento de las externalidades positivas y la reducción de las negativas) (Borzaga and Tortia, 2007[12]). Las organizaciones de la economía social también presentan señales de confianza (misión social, gobernanza inclusiva, carácter no lucrativo, proximidad, presencia de voluntarios) que las hacen más creíbles o capaces en la producción de bienes colectivos o de confianza para reducir los comportamientos oportunistas (Ben-Ner, 2006[10]) (Steinberg, 2006[13]). También pueden actuar como contrapeso reuniendo los intereses de los vulnerables en el mercado (por ejemplo, las cooperativas de consumidores) (Spear, 2000[14]).
Fallas del Estado: El Estado produce bienes y servicios a través de empresas, administraciones y organismos públicos para corregir fallas del mercado (por ejemplo, bienes colectivos) y/o porque es el resultado de una elección colectiva de mantener algunos ámbitos al margen de la ley de la oferta y la demanda (por ejemplo, según el país, sanidad, educación, transporte público, radio y televisión públicas, servicios públicos, bancos). Sin embargo, en determinadas circunstancias, el Estado "fracasa" a la hora de asumir este rol de producción debido a: la ineficacia burocrática, las limitaciones presupuestarias, la falta de coordinación entre las diferentes políticas sectoriales y los intereses del votante medio que orienta las decisiones del gobierno. Los agentes de la economía social son reconocidos como socios naturales para complementar la acción pública, especialmente en la producción de bienes colectivos (Noya and Clarence, 2007[11]). Se les percibe como más flexibles, que proponen enfoques innovadores y diferenciados que abordan demandas heterogéneas, se enfrentan costos de producción más bajos y son capaces de movilizar recursos adicionales (ingresos por ventas, donaciones, voluntariado, patrocinio, etc.) (Borzaga and Tortia, 2007[12]) (Steinberg, 2006[13]) (Young, 2008[15]).
También se considera que la economía social favorece los enfoques preventivos para ahorrar costos futuros o reducir explícitamente las externalidades negativas4 de las actividades económicas. Este ahorro de costos suele afectar a los gastos públicos, por ejemplo, en asistencia sanitaria (mediante la prevención de enfermedades o lesiones) o prestaciones de desempleo (a través de la acción de las empresas sociales de inserción laboral). La economía social permite una mejor asignación de los recursos en la prestación de algunos servicios y bienes. Esta es una de las razones por las que los enfoques y estrategias de desarrollo regional aprovechan cada vez más el potencial de la economía social (OECD, 2020[16]). Debido a las características específicas de los modelos empresariales de la economía social (Figura 1), la economía social produce efectos positivos adicionales en los gastos públicos (por ejemplo, ahorro de costos), en los individuos (por ejemplo, empoderamiento), en los territorios (por ejemplo, cooperación en los ecosistemas locales) y en la sociedad (por ejemplo, cohesión social). Estas funciones de mitigación y prevención hacen de la economía social un socio natural y de confianza del gobierno y de la sociedad civil en general. Colaboran para complementar la acción pública en ámbitos específicos (sanidad, servicios sociales, educación, lucha contra la pobreza, integración laboral) (Noya and Clarence, 2007[11]) (Mendell, 2014[17]) (OECD, 2013[18]). Esta asociación es especialmente apreciada en tiempos de crisis, guerras o epidemias, porque la economía social puede actuar con rapidez, desarrollar asociaciones de manera eficaz a través de sus redes y actuar como un socio de confianza.
La economía social reaccionó rápidamente para hacer frente a las urgentes necesidades sociales derivadas de la crisis de COVID-19, ayudando a mitigar los efectos de la crisis. Una encuesta reciente de empresas sociales en el Reino Unido ha confirmado que, a pesar de las intensas dificultades que enfrentan muchas de estas empresas para seguir operando, el 96% de los encuestados afirmaron que, además de gestionar su empresa social, están apoyando activamente a su comunidad, personal o beneficiarios para hacer frente a la COVID-19. Entre las principales acciones de la economía social en los países de la OCDE cabe citar las siguientes:
Prestar una serie de servicios fundamentales relacionados con la sanidad y los servicios sociales. Dado que la capacidad médica no daba abasto para soportar la afluencia de pacientes, organizaciones como SOS Médecins en Francia aliviaban la presión sobre el servicio sanitario. Este servicio ofrecía visitas médicas a domicilio a quienes necesitaban asistencia y revisiones médicas, reduciendo el número de visitas innecesarias al hospital. En el Reino Unido, durante la crisis, más del 30% de todos los servicios de enfermería comunitaria y otros servicios de los Servicios Nacionales de Salud fueron prestados por empresas sociales (Social enterprise UK (SEUK), 2020[19]).
Ajustar sus operaciones para atender a los necesitados durante la crisis. Muchos agentes sociales ajustaron sus operaciones para responder a las necesidades inmediatas (por ejemplo, alimentación, salud, asistencia) de las comunidades vulnerables y aisladas, o garantizaron la continuidad del empleo de las personas vulnerables. Organizaciones como La Cantine pour tous de Quebec, Canadá, que antes proporcionaba comida sana a los niños en las escuelas, ha trabajado con socios para servir 1 500 platos al día para paliar el hambre de grupos vulnerables como los ancianos durante el periodo de confinamiento en Canadá. Progetto Quid, en Italia, cambió sus operaciones de la moda sostenible a la producción de mascarillas reutilizables, y siguió empleando a mujeres vulnerables, ofreciéndoles oportunidades de ingresos. Iniciativas como estas han apoyado al gobierno con la prestación de servicios esenciales (como el suministro de alimentos, servicios sanitarios o apoyo social a ancianos y personas aisladas), pero estos servicios se han prestado de forma socialmente responsable.
Desarrollo de asociaciones con las autoridades locales para ayudar a prestar servicios y mitigar el impacto directo de la crisis, especialmente para los grupos más vulnerables. Se han creado asociaciones fiables entre las organizaciones de la economía social y los gobiernos para ayudar a mitigar el impacto de la crisis, sobre todo a nivel subnacional (regiones y municipios), que a menudo es responsable de aspectos críticos de las medidas de contención, la atención sanitaria, los servicios sociales y el desarrollo económico local. Muchos municipios se vieron presionados para prestar asistencia a los grupos de riesgo, incluida una gran parte de la población anciana. Por ejemplo, la Asociación Sueca de Autoridades Locales y Regiones, junto con la Agencia Sueca de Contingencias Civiles, firmaron un acuerdo con organizaciones de economía social para ayudar a los ancianos, y a otros grupos de riesgo, con la compra de alimentos y la recogida de medicamentos durante la crisis de COVID-19. Esta asociación ayudó a garantizar la prestación de asistencia a los ancianos y a otros grupos de riesgo. Esta asociación contribuyó a garantizar la prestación de servicios esenciales a los 290 municipios suecos, muchos de los cuales se encuentran en zonas rurales.
Ayudar a los gobiernos a hacer frente a la crisis con soluciones concretas de abajo hacia arriba. Los agentes de la economía social son expertos en lo que funciona y lo que no, a nivel de base y les mueve el deseo de mejorar el sistema socioeconómico, lo que los convierte en una valiosa fuente de información. Muchos gobiernos organizaron actos para encontrar nuevas soluciones a los problemas relacionados con el COVID-19. En Alemania, el hackathon #WirVsVirus (traducido como "nosotros contra el virus") se celebró virtualmente del 20 al 22 de marzo de 2020 organizado por el gobierno federal alemán en colaboración con organizaciones de la economía social. Más de 40 000 participantes pasaron el fin de semana trabajando en proyectos que abordaban uno de los 48 retos diferentes en torno a la crisis de COVID-19. Tras dos días de codificación y conferencias telefónicas, se propusieron al jurado más de 1 500 proyectos. La economía social, al igual que otros agentes, se benefició de las oportunidades que brinda la digitalización para movilizar a las partes interesadas y contribuir a la provisión de bienes y servicios (véase el Recuadro 3).
Recuadro 4. Economía social y digitalización
Al igual que las empresas tradicionales, las organizaciones de la economía social también están aprovechando las oportunidades que ofrece la digitalización.
Las plataformas digitales han sido fundamentales para la movilización de voluntarios, la identificación de las personas necesitadas durante la crisis de COVID-19 y el intercambio de información entre las autoridades locales y regionales y las organizaciones locales. La plataforma digital belga #OurCityHelps se compartió gratuitamente con los municipios de Bélgica e identificó a voluntarios en todo el país, además de utilizarse como plataforma para las peticiones de ayuda. También se utilizaron plataformas digitales para identificar y financiar soluciones pertinentes. En España, La Bolsa Social, una plataforma de inversión de capital de colaboración masiva, utilizó su plataforma para crear un vehículo de inversión colectiva y participativa, en colaboración con el resto de los inversores, para apoyar a las empresas emergentes que trabajan en soluciones a los retos planteados por la crisis de COVID-19.
Las plataformas digitales también se utilizan para la colaboración masiva de ideas. Con más empresas y gobiernos que aplican la "innovación abierta", sin depender de sus recursos o conocimientos internos, muchas de las organizaciones implican a los agentes de la economía social en su innovación, especialmente cuando desarrollan un nuevo producto o servicio en torno a cuestiones sociales. Las organizaciones de la economía social tienen un claro conocimiento de las demandas y los problemas a los que se enfrentan, así como de las tendencias a nivel popular, lo que las convierte en valiosas colaboradoras a la hora de desarrollar un producto o servicio novedoso relevante para los ámbitos de sus operaciones. Este poder de las ideas ha quedado demostrado en numerosos hackathones organizados en todo el mundo, incluso durante la crisis de COVID-19, como el #WirVsVirus.
Aunque la digitalización aporta enormes beneficios, existe una brecha digital, sobre todo entre los segmentos de la comunidad que carecen de los conocimientos o el hardware necesarios. Esta brecha digital se ha puesto claramente de manifiesto durante la crisis de COVID-19. Los agentes de la economía social han intentado abordar este problema. La organización belga de economía social, Molengeek, ha recogido y reacondicionado ordenadores usados de los sectores público y privado, proporcionándolos a familias desfavorecidas para que los niños continúen sus actividades escolares.
¿Cómo puede la economía social ayudar a transformar las sociedades tras la crisis?
Durante las dos últimas décadas, la economía social ha intensificado sus esfuerzos por "transformar" la sociedad mediante la aplicación de prácticas y modelos económicos innovadores y basados en valores que se articulan en torno a un fin social o ciudadano. Además, la economía social ha creado nuevas alianzas en las que participan los ciudadanos, los responsables políticos, las Pyme, las universidades y otras partes interesadas, centradas en proyectos socialmente innovadores que apoyan las economías y comunidades locales. Las organizaciones de la economía social han identificado y desarrollado nichos de oportunidades y, en consecuencia, han desbloqueado nuevos sectores que posteriormente han sido asumidos por empresas tradicionales.
Las organizaciones de la economía social han sido pioneras en formas alternativas en que las empresas crean, capturan y comparten valor, así como en el desarrollo de prácticas y modelos colaborativos, circulares e inclusivos. Al demostrar con éxito estas formas alternativas de llevar a cabo actividades económicas, las organizaciones de la economía social inspiran a otros agentes económicos a actuar de forma diferente, "generalizando" estas prácticas. Ejemplos de ello son los alimentos ecológicos y locales o los productos de comercio justo, que ahora se encuentran en los principales supermercados.
Las organizaciones de la economía social pueden contribuir a transformar la sociedad y la economía:
Explorando modelos empresariales alternativos e inspirar prácticas sostenibles e integradoras: Los agentes de la economía social han surgido en sectores en los que tradicionalmente prevalecía la economía dominante. En Europa, las iniciativas comunitarias de energías renovables (REScoops) están desempeñando un importante rol en la transición energética al fomentar las fuentes de energía renovables y promover sistemas energéticos basados en los ciudadanos. Los supermercados cooperativos (como Park Slope Food Coop en Nueva York, La Louve en París o BEES Coop en Bruselas) son tiendas de alimentación propiedad de sus miembros en las que los consumidores son también propietarios de su cooperativa. Esto altera la tradicional relación propietario-consumidor de la tienda y tiene como resultado la promoción de alimentos locales y ecológicos, precios asequibles para la comunidad local, así como el fomento de la participación y el empoderamiento locales. Los cines sin ánimo de lucro (Cinéma Beaubien en Montreal o Les Grignoux en Lieja) ofrecen una oferta cultural que va más allá de la tradicional, apoyando el cine de arte e independiente sin excluir el cine comercial (local) para sostener el modelo de negocio. En lugar de centrarse en la maximización de beneficios, estas organizaciones ofrecen: una institución cultural local que fomenta la cohesión social; eventos asequibles para la comunidad local; actividades educativas para las escuelas; empleo local; y la promoción de la cultura local en sus comunidades.
Desbloqueando nuevos sectores: Los agentes de la economía social identifican oportunidades económicas en sectores nicho, demostrando el potencial económico del sector y ayudando a estructurar este sector de actividad. En Bélgica, las organizaciones de la economía social han sido pioneras en el desarrollo del sector del reciclaje textil desde los años sesenta, combinando el desarrollo de las credenciales ecológicas de este sector mediante la venta de las mejores piezas y la utilización de las peores para otros fines, como el material aislante, al tiempo que gestionan un programa de integración laboral que crea y mantiene el empleo para grupos vulnerables. Estas organizaciones colaboran en una federación para racionalizar la recogida de textiles e intercambiar buenas prácticas. El éxito de estos agentes en el desarrollo de este sector queda demostrado por la entrada de nuevos agentes económicos en este ámbito, incluidos agentes privados con ánimo de lucro, lo que refuerza el sector e intensifica la competencia.
Prestando servicios en zonas remotas y revitalización de territorios: Los valores de los agentes de la economía social, como tener una base local y servir a sus miembros o a la comunidad, los convierten en socios valiosos para revitalizar territorios o desarrollar actividades menos atractivas para los agentes económicos dominantes. Las cooperativas de electricidad y telecomunicaciones desempeñaron un papel importante durante los años treinta en la transformación de la economía rural de Estados Unidos. El grupo cooperativo Mondragón ha sido un socio en la revitalización de la región vasca y en el mantenimiento del empleo tras la Guerra Civil española y durante la segunda mitad del siglo XX. Durante la crisis de COVID-19, los agentes de la economía social también desempeñaron un papel importante en la prestación de servicios en zonas remotas. Por ejemplo, en Italia, algunas cooperativas prestaron servicios gratuitos de reparto para las personas mayores de zonas remotas; en EE.UU., las asociaciones apoyaron al gobierno repartiendo comidas a los alumnos de un número limitado de escuelas rurales cerradas a causa del COVID-19 (véase la nota de política de la OCDE Policy implications of Coronavirus crisis for rural development (OECD, 2020[20]).
El interés por la economía social ha aumentado en las últimas décadas, impulsado por los cambios en los hábitos de consumo que prestan más atención al origen y al proceso de fabricación, y exigen productos que se produzcan de forma sostenible y ética. De hecho, algunos ciudadanos se cuestionan todas sus opciones económicas, no solo como consumidores, sino también como ahorradores, trabajadores, empresarios o voluntarios (Mertens, 2020[9]). La economía social ofrece la oportunidad de tomar decisiones económicas alternativas, participar activamente en la esfera económica y ayudar a remodelar las sociedades.
Las inspiradoras iniciativas de economía social surgidas durante la crisis de COVID-19 confirman la capacidad de las organizaciones de economía social para adoptar modelos empresariales alternativos de éxito, así como para cultivar el bien común, la innovación social y la colaboración. Los agentes de la economía social fueron capaces de movilizar rápidamente a las partes interesadas locales para diseñar conjuntamente soluciones basadas en el lugar y socialmente innovadoras, basándose en las cadenas de valor locales −o a veces desarrollándolas− (véase el Recuadro 2). En Francia, en la zona rural de Auberive-Vingeanne-Montsaugeonnais, uno de los retos era poner en marcha canales de solidaridad para las personas más vulnerables y aisladas. Las organizaciones de la economía social han venido desempeñando un papel importante en la prestación de servicios sanitarios, de suministro de alimentos y de información a estos grupos vulnerables, así como en la identificación de las personas en situación de riesgo. Las organizaciones de la economía social han colaborado estrechamente con las autoridades locales, creando soluciones, compartiendo experiencias e información, demostrando el valor de los conocimientos y redes locales de estas organizaciones (especialmente importantes en regiones aisladas), y mostrando los resultados positivos del diálogo y el codesarrollo de soluciones a nivel local.
La economía social puede beneficiar a las sociedades durante y después de la crisis COVID-19 en cuatro ámbitos:
Economía: la economía social contribuye al desarrollo económico, especialmente al desarrollo económico local, estimulando la actividad económica y creando empleo, especialmente para las personas vulnerables que a menudo están excluidas del mercado laboral, contribuyendo al crecimiento del PIB. Las organizaciones de la economía social inculcan prácticas responsables, así como modelos sostenibles e incluyentes.
Sociedad: La economía social contribuye a la cohesión social, sobre todo a nivel local, reduciendo las desigualdades mediante la provisión de bienes y servicios para los menos favorecidos, y fomentando el capital social y el sentido de comunidad al implicar a los ciudadanos en sus actividades, de diferentes maneras (por ejemplo, como voluntarios o miembros de cooperativas y asociaciones).
Ciudadanos / Personas: La economía social también es beneficiosa a nivel individual, ya que proporciona servicios básicos, a menudo como apoyo a los servicios gubernamentales, especialmente para los grupos más vulnerables. Ofrece a los ciudadanos la oportunidad de participar en proyectos locales que contribuyen positivamente a la sociedad.
Territorios: Las organizaciones de la economía social están fuertemente arraigadas en el territorio en el que operan, lo que facilita la rápida movilización de las partes interesadas locales para hacer frente a necesidades urgentes. Estas organizaciones son también actores significativos en las economías locales y regionales, ya que crean puestos de trabajo locales, reducen las disparidades económicas y sociales en las ciudades y las zonas rurales y revitalizan las comunidades (OECD, 2020[16]).
La economía social puede remodelar los sistemas económicos y sociales posteriores a la crisis inspirando prácticas social y ambientalmente responsables entre los agentes económicos y ampliando los modelos empresariales de la economía social. Las estrategias de ampliación de los agentes de la economía social, como las cooperativas y las empresas sociales, aumentan el impacto social e incluyen la reproducción de las actividades en nuevas zonas geográficas para llegar a nuevos grupos de población, la diversificación de las actividades y la capacitación de las personas y los grupos para que participen activamente en los procesos de innovación social.
Recuadro 5. ¿Cómo la economía social puede inspirar a la economía dominante para lograr un sentido de finalidad social?
El sistema económico actual ha mejorado el nivel de vida de algunos segmentos de la población, pero a menudo con efectos ecológicos y sociales perjudiciales. Se ha hecho un llamado a las empresas con ánimo de lucro para que se replanteen sus modelos de negocio (de Woot, 2013[21]) e incluyan prácticas empresariales más responsables desde el punto de vista social y ecológico.
La Responsabilidad Social de las Empresas (RSE) pretende integrar, de forma voluntaria, las preocupaciones sociales y medioambientales en las actividades de una empresa y en las interacciones con sus interlocutores. La RSE trata de dar cuenta de los efectos negativos de las actividades empresariales y Para ser más socialmente responsables, las empresas aplican prácticas más sostenibles e incluyentes. Los agentes de la economía social pueden inspirar estas prácticas que tienen en cuenta los aspectos ecológicos y sociales, así como las diferentes relaciones con las partes interesadas a través de la cooperación entre los agentes económicos y la gobernanza inclusiva, por ejemplo. ponerles remedio.
La RSE también ha dado lugar al desarrollo de principios y normas de Conducta Empresarial Responsable (CER) que abogan por que las empresas eviten y aborden los impactos negativos de sus operaciones, contribuyendo al mismo tiempo al desarrollo sostenible de los países en los que operan. La CER implica integrar y tener en cuenta las cuestiones medioambientales, sociales y de derechos humanos en las principales actividades empresariales, incluida toda la cadena de suministro y las relaciones comerciales de la empresa (véase la nota de política COVID-19 and Responsible Business Conduct (OECD, 2020[22]) elaborada por el OECD Centre for Responsible Business Conduct).
Otro movimiento empresarial se centra en la creación de valor compartido (Porter and Kramer, 2011[23]). Este enfoque trata de desarrollar oportunidades para crear valor económico a partir de retos sociales y medioambientales. Las tendencias económicas emergentes, como la economía circular (que incluye preocupaciones ecológicas), la economía inclusiva (que aborda las necesidades de la base de la pirámide) y la economía colaborativa/compartida (que revisa las interacciones entre los actores de una transacción económica) forman parte claramente de este nuevo enfoque. Como se ha ilustrado anteriormente, los actores de la economía social han sido pioneros en actividades y modelos empresariales que tienen en cuenta la "triple cuenta de resultados" y producen valor social y medioambiental al tiempo que crean valor económico. En los últimos cinco años, el movimiento mundial Social Purpose ofrece un enfoque aún más integrado de las prácticas empresariales socialmente responsables y sostenibles, por el que la responsabilidad social se integra en el núcleo del modelo de negocio de una empresa. Al situar el bien común y el impacto social en el centro de su misión y sus modelos de negocio, los actores de la economía social son fuentes de inspiración para esta nueva tendencia, especialmente para demostrar cómo conciliar esa triple cuenta de resultados, pero también cómo revisar las relaciones económicas y reconstruirlas sobre la base de la cooperación.
También han surgido criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) que se utilizan para evaluar el rendimiento de las empresas. Los criterios tienen en cuenta cuestiones medioambientales como el cambio climático y la escasez de recursos, cuestiones sociales como las prácticas laborales de una empresa, la gestión del talento, la seguridad de los productos y la seguridad de los datos, así como cuestiones de gobernanza como el liderazgo, las relaciones con las principales partes interesadas y la transparencia. Las cuestiones ASG son cada vez más importantes para los inversionistas institucionales y varias organizaciones han promovido la elaboración de informes ASG. Se han desarrollado distintos enfoques, como directrices para la toma de decisiones empresariales informadas e índices de inversión sostenible en los mercados de capitales. Estas directrices abarcan diversos temas, desde los ingresos, los activos y los beneficios hasta los derechos humanos, el trabajo, el medio ambiente y la lucha contra la corrupción. A las empresas se les ofrecen plantillas, programas de formación y bases de datos para ayudarles a cumplir sus obligaciones de información. Cada iniciativa se dirige a empresas diferentes: por ejemplo, el UN Global Compact y el Global Reporting Initiative (GRI) se dirigen a empresas y no empresas, mientras que el OECD Guidelines for Multinational Enterprises se dirigen específicamente a las empresas multinacionales (OECD, 2011[24]). La iniciativa OECD Business for Inclusive Growth (B4IG) que anima a las principales empresas internacionales a abordar la desigualdad y promover la diversidad en sus lugares de trabajo y cadenas de suministro, es otro esfuerzo para fomentar un sentido de propósito social entre las empresas.
Los agentes de la economía social y la crisis COVID-19: principales cuestiones
Al igual que las grandes y pequeñas empresas tradicionales, muchos agentes de la economía social se han visto afectados por la crisis de COVID-19 y están teniendo dificultades para operar durante este periodo. Sin embargo, a diferencia de muchas Pyme, las organizaciones de la economía social prestan a menudo servicios esenciales y ayudan a prevenir futuros efectos negativos de la crisis, trabajando con las comunidades más desfavorecidas y empleando a quienes suelen estar más alejados del mercado laboral tradicional, en particular los grupos desfavorecidos y vulnerables.
El futuro a corto plazo de las organizaciones de la economía social
El riesgo de la crisis de COVID-19 es que muchos de los agentes de la economía social que utilizaron todos sus recursos en la respuesta de emergencia no puedan seguir funcionando en el futuro debido a problemas de liquidez a corto plazo. Como muestran diversas encuestas, la mayoría de las organizaciones de la economía social indican que su situación empeorará si no reciben más apoyo del gobierno. Conviene distinguir entre las organizaciones de la economía social cuya principal fuente de ingresos se basa en los ingresos comerciales (venta de servicios o bienes) y las que dependen más de las subvenciones públicas. Este último grupo es el que tiene menos probabilidades de notificar descensos elevados previstos en su volumen de negocio durante el próximo año.
Al igual que las empresas en general, algunos tipos de organizaciones de la economía social están experimentando notables descensos de actividad. Una encuesta realizada en Corea indica que las empresas sociales preveían un empeoramiento de su situación debido a la reducción de los flujos de efectivo (85.1% de los encuestados), la disminución de las ventas (83.7%) y los trastornos en la gestión del personal (49.5%) (International Labour Organisation (ILO), 2020[25]). En Francia, un estudio reciente de la asociación de empresas de inserción laboral informó de que el 95% de su actividad económica se vio afectada por la crisis COVID-19 y que las empresas sociales de inserción laboral perderían alrededor del 27% de sus ingresos previstos para 2020 (Ernst and Young, 2020[26]). En la región francesa de Nueva Aquitania, alrededor del 75% de las organizaciones de la economía social han reducido su actividad y el 45% señala una pérdida de facturación de al menos el 50% en marzo y abril de 2020. En la misma región, el 70% de las organizaciones de la economía social mencionaron que la crisis de COVID-19 pone en peligro su viabilidad, y que, para una de cada tres organizaciones, esto sucedió de forma inmediata (Duforestel, 2020[27]). En Bélgica, la crisis ha golpeado duramente al sector de las empresas sociales de integración laboral, el 85% de los centros de trabajo han visto reducida su actividad al 40% de su capacidad normal o menos, y el 21% sin capacidad alguna (EASPD (European Association of Service Providers with Persons with Disabilities), 2020[28]). En el Reino Unido, el 59% de las empresas sociales que respondieron esperaban que la demanda de su negocio disminuyera debido a la COVID-19, y el 36% esperaba un aumento (Social enterprise UK (SEUK), 2020[19]).
El impacto diferenciado en las organizaciones de la economía social
El impacto económico de la crisis COVID-19 en las organizaciones de la economía social varía enormemente en función de una serie de factores, como el sector de actividad, así como el tamaño, la antigüedad, el modo de funcionamiento y la estructura financiera de la organización. Esta diversidad exige medidas de apoyo diferenciadas y supone un verdadero reto para los responsables políticos a la hora de encontrar instrumentos pertinentes. Por ejemplo, los datos de una encuesta indican que, en la región francesa de Nueva Aquitania, las organizaciones de la economía social con menos de cinco años de antigüedad y menos de diez empleados son las más afectadas por la crisis, mientras que las grandes organizaciones de la economía social la afrontan mejor (Duforestel, 2020[27]).
La epidemia de COVID-19 tuvo un impacto sustancial en los agentes de la economía social, obligándoles a ajustar su forma de operar para garantizar el flujo de efectivo y a identificar nuevas oportunidades (como la producción de mascarillas) para mantenerse a flote. Muchas organizaciones de la economía social tuvieron que revisar sus modelos empresariales y operativos y, en algunos casos, cerrar algunas de sus actividades para garantizar la sostenibilidad financiera de sus organizaciones. Algunas de las razones por las que los agentes de la economía social se vieron más afectados que las empresas en general por esta crisis en particular, dada su escala y naturaleza, son:
Efectivo/reservas de seguridad limitados. La mayoría de los agentes de la economía social no disponen de grandes reservas de efectivo debido a la estructura de su modelo financiero, y a menudo solo cuentan con reservas para unos pocos meses. Por ejemplo, las organizaciones de la economía social que dependen en gran medida de la financiación pública no pueden acumular grandes reservas de efectivo, ya que los fondos públicos suelen dedicarse a fines/actividades específicos y deben utilizarse en su totalidad. A menudo, las reservas de efectivo solo son posibles cuando la organización dispone de ingresos procedentes de otras fuentes (ventas y/o donaciones). Incluso cuando estas reservas son posibles, los agentes de la economía social pueden favorecer el logro de su objetivo social frente a una acumulación significativa de reservas.
Dificultad para acceder a determinadas competencias. Muchas organizaciones de la economía social no necesitan o no han desarrollado el mismo conjunto de competencias avanzadas que las organizaciones similares del sector privado, como las competencias para la previsión financiera, la internacionalización o la comunicación digital.
Modelo operativo dependiente de los voluntarios. Las medidas adoptadas por muchos gobiernos debido a la crisis de COVID-19 impidieron a menudo que los voluntarios siguieran apoyando a las organizaciones de la economía social. Las organizaciones de la economía social tuvieron que encontrar nuevas formas de conseguir voluntarios para garantizar el mantenimiento de sus operaciones esenciales durante la crisis y después de ella.
Imposibilidad de acceder a programas de apoyo gubernamental debido a marcos jurídicos específicos. Las organizaciones de la economía social tienen una variedad de formas o estatutos jurídicos que van desde las organizaciones sin fines de lucro, que no pueden distribuir beneficios a sus miembros y fundadores (por ejemplo, asociaciones o fundaciones), hasta las organizaciones que pueden distribuir una parte de sus beneficios (por ejemplo, cooperativas o empresas sociales). Esta diversidad de formas y condiciones jurídicas ha dificultado el acceso de algunas organizaciones de la economía social a los programas de ayuda pública.
¿Cómo pueden los responsables políticos ayudar a la economía social a desempeñar su rol transformador?
Los responsables políticos prestan cada vez más atención a la economía social y a la forma de apoyarla, especialmente durante la crisis COVID-19, en la que su contribución ha sido esencial. Los gobiernos pusieron rápidamente en marcha medidas destinadas a todos los agentes económicos, incluidas las organizaciones de la economía social, para responder a los efectos económicos inmediatos de la crisis. Sin embargo, las medidas específicas adoptadas para apoyar a las pequeñas y medianas empresas (Pyme) (véase la nota política de la OCDE Coronavirus (COVID-19): SME Policy Responses (OECD, 2020[29])) a veces pasaron por alto a los agentes de la economía social, a pesar de que algunos de estos agentes cuentan con los modelos organizativos y financieros pertinentes para actuar como Pyme. Muchos países han abordado el hecho de que las organizaciones de la economía social no puedan acogerse a medidas específicas permitiendo su acceso. Una serie de medidas pertinentes aplicadas por las autoridades locales, como el suministro de información en los primeros días de la pandemia, también se ha detallado en la nota de la OCDE From Pandemic to Recovery: Local Employment and Economic Development (OECD, 2020[30]). Se necesitaron medidas políticas específicas para abordar las necesidades de los agentes de la economía social y apoyarles a la hora de proporcionar soluciones rápidas y basadas en el lugar para superar la crisis.
La Tabla 1 ofrece un resumen de las principales medidas aplicables a las organizaciones de la economía social desde el inicio de la crisis de COVID-19. La respuesta inicial en las primeras semanas se centró en la supervivencia y el fortalecimiento de dichas organizaciones. Más recientemente, las medidas se han centrado en apoyar un mayor desarrollo de la economía social en su rol transformador.
Tabla 1. Resumen de las principales medidas políticas de apoyo a las organizaciones de la economía social durante y después de la crisis de COVID-19
Medidas |
Fase de respuesta urgente (normalmente las primeras semanas) |
Fase de consolidación (normalmente los primeros meses) |
Fase de transformación (durante y después del COVID-19) |
|
---|---|---|---|---|
Apoyo financiero |
Apoyo financiero para ayudar a las organizaciones de la economía social a cubrir sus costes fijos mediante subvenciones y préstamos accesibles (en el marco de programas de apoyo a las empresas en general o a la economía social en particular) |
Facilitar el acceso continuo a la financiación mediante sistemas de garantía de créditos |
Subvenciones y acceso a préstamos para organizaciones de la economía social centrados en el desarrollo de nuevos modelos empresariales, la experimentación para la innovación social y la ampliación de escala |
|
Aplazamiento |
Aplazamiento de pagos (impuestos, cotizaciones a la seguridad social, etc.) |
|||
Acceso a los mercados |
Compras públicas para contratar a la economía social como proveedor en circunstancias excepcionales (mascarillas, cuidados, consultoría). |
Regímenes de compras pública que integran cláusulas sociales y ecológicas adicionales |
||
Mercado laboral |
Planes de retención del empleo y apoyo al desempleo para que las organizaciones de la economía social puedan conservar a sus trabajadores durante la crisis |
|||
Apoyo al desarrollo empresarial |
Suministro de información sobre los programas generales de apoyo al desarrollo empresarial disponibles, así como guías sobre cómo abordar el COVID-19 como empleadores |
Apoyo al desarrollo de las competencias necesarias para ajustar las operaciones mediante el desarrollo de capacidades en línea, por ejemplo, para teletrabajar o ajustar la producción |
Desarrollo de herramientas para ayudar a las organizaciones de la economía social a evaluar su impacto |
|
Promover la cooperación |
Creación de herramientas de colaboración con organizaciones de la economía social a través de debates en línea para inspirar acciones |
Mejor coordinación entre las distintas iniciativas gubernamentales y desarrollo de nuevas asociaciones para explorar soluciones novedosas e innovaciones sociales. |
Participación de la economía social en los debates estratégicos para la transición a un modelo de desarrollo local más incluyente y sostenible; elaboración de una estrategia y un plan de acción específicos. |
|
Mejora de la visibilidad |
Mayor visibilidad de la economía social mediante la promoción del sector, campañas para comprar local (y socialmente) y mejores herramientas de medición del impacto social. |
|||
Sobre seguridad |
Distribución de equipos de protección personal a los agentes de la economía social de sectores seleccionados |
Fuente: OCDE
Las primeras respuestas políticas se centran en la supervivencia de las organizaciones
Durante las primeras semanas de la crisis, los esfuerzos de los gobiernos se centraron en garantizar la supervivencia de las organizaciones de la economía social y desarrollar nuevas asociaciones cruciales para la prestación de servicios básicos. La mayoría de los países aplicaron un enfoque que incluía uno o varios de los siguientes elementos:
Apoyo financiero para ayudar a sufragar los costos fijos mediante subvenciones y préstamos de fácil acceso. Aunque muchos agentes de la economía social se beneficiaron de las medidas generales de apoyo proporcionadas a las organizaciones, algunos gobiernos pusieron en marcha regímenes especiales de acceso para garantizar que todos los tipos de organizaciones de la economía social pudieran acceder a las medidas de apoyo. Por ejemplo, en la región italiana de Basilicata se creó un fondo con un tope de EUR 350 000 por cooperativa para apoyar su capitalización y mantener los niveles de empleo. En Francia, se crearon varios fondos a nivel subnacional para facilitar el acceso a los préstamos: en la región de Nueva Aquitania, Banque des Territoires y France Active crearon un Fondo de Solidaridad y Proximidad de EUR 2 millones para las organizaciones de la economía social y solidaria con el fin de conceder préstamos a corto y medio plazo con un mecanismo de reembolso diferido. También hay numerosos ejemplos a nivel nacional, como la Cuenta de Emergencia para Empresas de Canadá (CEBA), un préstamo sin intereses de hasta CAD 40 000 para pequeñas empresas y organizaciones sin fines de lucro para ayudarles a cubrir sus gastos de funcionamiento mientras sus ingresos se reducen temporalmente.
Planes de aplazamiento de impuestos, cotizaciones a la seguridad social y alquileres de espacios públicos. Los regímenes que mejoran los flujos de tesorería de las organizaciones de la economía social han sido fundamentales. Muchos países permitieron a las organizaciones aplazar el pago de los impuestos locales, el IVA, los impuestos sobre la renta, así como las cotizaciones a la seguridad social, normalmente durante tres o seis meses (véase la nota política de la OCDE Coronavirus (COVID-19): SME Policy Responses (OECD, 2020[29]). Por ejemplo, los gobiernos también han proporcionado flexibilidad en relación con los plazos para la presentación de documentos administrativos y han permitido el aplazamiento de las declaraciones fiscales.
La mayoría de los gobiernos de la OCDE pusieron en marcha planes de retención del empleo y de apoyo al desempleo (véanse OECD Economic Outlook 2020 (OECD, 2020[31]) y la nota de política Job retention schemes during the COVID-19 lockdown and beyond (OECD, forthcoming[32]), que permitían a las organizaciones poner en marcha planes de trabajo a jornada reducida para preservar los puestos de trabajo en organizaciones que experimentaban una caída temporal de la demanda de servicios o productos. En la mayoría de los países de la OCDE también se ajustó el acceso a las prestaciones por desempleo y a los planes de apoyo a los ingresos relacionados para proporcionar más apoyo financiero a quienes perdieron su empleo debido a las consecuencias de la COVID-19. Estos programas de apoyo suelen estar limitados en el tiempo y durar hasta un año. En el Reino Unido, el Plan de Retención de Empleo por Coronavirus cubría hasta el 80% del personal "suspendido" debido a la COVID-19 para disuadir a los empleadores de despedir a los trabajadores. En Francia, un programa de despido temporal permite a los empleadores inscribir a su personal en un programa de indemnización por desempleo temporal relacionado con COVID-19. Sin embargo, la variedad de formas jurídicas de la economía social ha creado a veces la necesidad de una reacción urgente. Por ejemplo, la Confederación Empresarial Española de Economía Social (CEPES) colaboró con el gobierno español para permitir a todas las organizaciones de la economía social solicitar el ERTES (régimen español de desempleo de corta duración/temporal) en las mismas condiciones que las demás empresas.
Suministro de información sobre los regímenes de ayuda. Los gobiernos han facilitado el acceso a la información, lo que permite comprender mejor los regímenes de ayuda disponibles y los criterios de elegibilidad. Corea ha elaborado folletos sobre cuestiones sanitarias relacionadas con la COVID-19 para los trabajadores de las empresas sociales, así como paquetes y programas de apoyo económico disponibles para las empresas (incluidas las empresas sociales) para ayudar a cubrir los gastos. Además, Corea también ha incluido un plan de acción en caso de que los trabajadores de la economía social contraigan COVID-19.
Herramientas de colaboración. Los gobiernos han apoyado el desarrollo de herramientas para fomentar la colaboración entre la economía social y otras partes interesadas, como el sector privado y los ciudadanos. También han ayudado con herramientas para poner en contacto a los voluntarios con las organizaciones de la economía social. Los gobiernos de España, Alemania, Bélgica, Francia, Canadá y Eslovenia han apoyado el desarrollo de plataformas de voluntariado mediante la realización de hackathones como forma de resolver los retos creados por la crisis de COVID-19, así como de apoyar a los agentes de la economía social en su proceso de digitalización.
Distribución de equipo de protección personal, como desinfectantes de manos y mascarillas, a las organizaciones de la economía social, dando prioridad a las ocupadas en los sectores sanitario y asistencial. En algunos países, se excluyó a las organizaciones de la economía social de la recepción de equipos de protección personal, ya que los responsables de la toma de decisiones no las consideraban inicialmente agentes del sistema sanitario.
Las respuestas políticas de la fase de consolidación se centran en apoyar el ajuste a los nuevos métodos operativos.
Las medidas e instrumentos de la fase de consolidación promueven cambios organizativos y ofrecen ayuda para ajustar las operaciones a las nuevas realidades. Esta fase también se caracteriza por la necesidad de desarrollar nuevos conjuntos de competencias (por ejemplo, competencias digitales/formación) para poder operar en el nuevo entorno con nuevas medidas sanitarias y socioeconómicas. Esto va acompañado de la necesidad de una colaboración más estrecha entre los diferentes niveles de gobierno para garantizar la coherencia y la necesidad de desarrollar asociaciones con organizaciones de la economía social. Para abordar estas cuestiones, los gobiernos están poniendo en marcha las siguientes iniciativas de apoyo a las organizaciones de la economía social:
Continuar el proceso de facilitar el acceso a la financiación para la economía social, mediante la concesión de subvenciones, préstamos y otros servicios financieros para la provisión de financiación con el fin de apoyar a las organizaciones de la economía social a superar la crisis y remodelar sus modelos de negocio para prepararse para el entorno posterior a la crisis. Por ejemplo, en mayo de 2020, el Bundestag de Alemania aprobó una propuesta para definir las empresas sociales, desarrollar un plan interdepartamental para promover la innovación y las empresas sociales, eliminar las posibles barreras de acceso a las oportunidades de financiación y establecer un programa de investigación y desarrollo de innovaciones sociales.
Apoyar el acceso a los mercados. Dada la dificultad para vender productos o servicios, especialmente en el caso de algunos sectores de la economía social como la hotelería o la consultoría, se está recurriendo a la contratación pública como forma de involucrar a la economía social como proveedor en circunstancias excepcionales. Por ejemplo, Montreal, Cánada, ha puesto en marcha un fondo específico de CAD un millón para financiar convocatorias de propuestas de organizaciones de la economía social que presten apoyo a las pequeñas empresas de la ciudad que atraviesan dificultades debido a la crisis de COVID-19.
Desarrollar las competencias necesarias en las organizaciones de la economía social. La crisis de COVID-19 exige nuevas competencias que los agentes de la economía social necesitan para funcionar ante la nueva realidad. Este apoyo abarca diversos ámbitos, como ayudar a las organizaciones a utilizar mejor el teletrabajo, desarrollar nuevos modelos empresariales y garantizar que los agentes de la economía social dispongan de apoyo y asesoramiento. En toda Francia, France Active, en colaboración con sus 40 asociaciones locales y con el apoyo del gobierno, promueve la concesión de préstamos y proporciona asesoramiento a las organizaciones de la economía social para mejorar sus capacidades de gestión financiera.
Mejor coordinación entre los distintos organismos gubernamentales para evitar duplicidades y mejorar la eficacia de las iniciativas, incluidas las que afectan a las organizaciones de la economía social. Dado que muchos organismos gubernamentales tuvieron que desarrollar programas de apoyo en un periodo de tiempo muy corto, se ha producido una duplicación de esfuerzos que crea confusión entre los solicitantes. Para abordar este problema, en España se creó una comisión interministerial para garantizar la coordinación dentro del gobierno, mientras que se estableció una comisión interterritorial para apoyar la cooperación entre los distintos niveles de gobierno.
Mayor visibilidad de la economía social. Los gobiernos tienen un rol que desempeñar en la educación de los consumidores sobre el apoyo a las empresas locales y a la economía solidaria. Varios gobiernos, especialmente a nivel subnacional, han desarrollado iniciativas para promover el consumo local. La iniciativa del gobierno de Quebec, Le Panier Bleu proporciona enlaces en línea con productores locales, animando a sus residentes a comprar productos locales. En Corea, el gobierno apoyó la venta en línea de productos desarrollados por organizaciones de la economía social y promovió su consumo privado.
Las respuestas políticas deben aprovechar el impacto de la economía social como fuerza transformadora que impulsa el cambio sistémico más allá de la crisis inmediata de COVID-19,
Uno de los activos de la economía social es su potencial para provocar un cambio sistémico. Los agentes de la economía social están cerca de las comunidades de base y son de los primeros en detectar los cambios en la sociedad, así como los cambios de comportamiento. Los agentes de la economía social han demostrado su capacidad para detectar tendencias tempranas como la demanda de productos de comercio justo, productos ecológicos y orgánicos o el apoyo al reciclado de residuos. Con el tiempo, han trabajado para generalizar estos conceptos. La crisis de COVID-19 brinda la oportunidad de ampliar la economía social para que pueda desempeñar un mayor rol en la transformación de las sociedades. Estas acciones contribuirían al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Los ciudadanos también tienen grandes expectativas de que la recuperación sea más justa y ecológica en comparación con la recuperación tras la crisis financiera mundial de 2008, pero para ello será necesaria una mejor colaboración y un cambio de prioridades.
Para llevar a cabo esta transformación, los agentes de la economía social y los responsables políticos tendrán que colaborar con otras partes interesadas (como la academia, las organizaciones ciudadanas y las del sector privado). Esto es especialmente importante para el desarrollo de una red local sólida, en la que las empresas locales y la economía social puedan colaborar experimentando y aplicando nuevas prácticas responsables. Para ayudar a la economía social a desempeñar su rol transformador, los responsables políticos podrían considerar las siguientes opciones políticas:
Proporcionar recursos financieros a las organizaciones de la economía social que promuevan la innovación social y adapten sus operaciones y/o modelos empresariales. Los responsables políticos deben esforzarse por crear un entorno que promueva la innovación social y la experimentación y ayude a los ejemplos más prometedores a ampliar su escala, incluida la internacionalización de las prácticas pertinentes. Esto requiere no solo un marco político adecuado, sino también fondos específicos que puedan absorber el riesgo de la experimentación y promover la colaboración y el desarrollo de prototipos. Aunque existen muchos recursos para la innovación tecnológica, los destinados a la innovación social también merecen una inversión notable. El fondo irlandés Innovate Together, dotado con EUR 5 millones, se centra en abordar problemas sociales o medioambientales críticos relacionados con la crisis de COVID-19 y concede subvenciones a organizaciones sin fines de lucro.
Aumentar los sistemas de compras pública centrándose en la contratación social sostenible e incluyente. La contratación pública sostenible, así como la contratación con impacto social, aprovecha el gasto existente en contratación pública y lo orienta hacia el crecimiento ecológico e integrador y la consecución de objetivos de sostenibilidad. Esto está en consonancia con los ODS de las Naciones Unidas (objetivo 12.7), que promueven prácticas de contratación pública sostenible. Muchos gobiernos han animado a sus administraciones a utilizarla como herramienta de apoyo a las organizaciones de la economía social. Corea promueve su sistema de contratación preferente con precompra y contratos directos por importes relativamente pequeños (inferiores a unos USD 40 000) con organizaciones de la economía social. Alemania ha publicado un programa de recuperación económica de EUR 130 mil millones para dos años que contiene una serie de medidas para impulsar el desarrollo ecológico o respetuoso con el medio ambiente.
Desarrollar una visión común y promover la colaboración con la economía social. Los representantes de las organizaciones de la economía social podrían ser un activo en el desarrollo de una serie de políticas si participan desde una fase temprana. Una visión consensuada de su contribución y rol en el desarrollo a nivel nacional y subnacional podría ser beneficiosa. Este rol no debe decidirse de forma aislada, y un grupo de trabajo específico o un espacio de colaboración en el que participen los responsables políticos, el sector privado, la economía social, las organizaciones de la sociedad civil y la academia podría debatir su nueva visión y dónde podrían ser más valiosas las organizaciones de la economía social para apoyar ese cambio sistémico. Las organizaciones de la economía social deberían participar en debates estratégicos para preparar el periodo posterior a la crisis sanitaria inmediata, como la representación en las reuniones pertinentes de los distintos ministerios, autoridades subnacionales o comités para ver si los agentes de la economía social podrían contribuir a las distintas iniciativas y aportar sus conocimientos y experiencia. Este tipo de debates ya están teniendo lugar en varios países, por ejemplo, el Grupo de Gestión de la Resiliencia de Bélgica, compuesto por 100 investigadores y representantes de 180 empresas, ha elaborado un plan de acción (Plan Sophia) que incluye 200 medidas para contribuir a la transición del país hacia un crecimiento más sostenible e incluyente. El plan se presentó a los gobiernos federal y subnacionales y se adoptaron varias de sus medidas. La ciudad de Ámsterdam, en su plan de recuperación tras la pandemia, está pasando de un modelo tradicional a un nuevo enfoque basado en la "economía de rosquilla" 5 que aborda la pobreza y las necesidades sociales al tiempo que garantiza la sostenibilidad medioambiental.
Seguir aumentando la visibilidad de la economía social mediante el desarrollo de herramientas que ayuden a las organizaciones a evaluar su impacto y a compartir datos y las mejores prácticas. La crisis de COVID-19 ha demostrado el valor de las organizaciones de la economía social, pero existen relativamente pocos datos sobre el impacto que han creado. Apoyar el desarrollo de herramientas y métodos adecuados, así como su adopción por parte de las organizaciones de la economía social, podría ayudar a las organizaciones a demostrar mejor su impacto.
El camino a seguir
La pandemia de COVID-19 ha provocado numerosos cambios en las actividades económicas y en el funcionamiento de las sociedades, poniendo en primer plano el rol de la economía social. Afrontar estos retos ha llevado a los responsables políticos a replantearse cómo proteger mejor a los ciudadanos y prestar los servicios necesarios de manera más eficiente. La crisis ha acelerado la aparición y la visibilidad de iniciativas inspiradoras de economía e innovación sociales, mostrando su contribución positiva al empoderamiento de las personas, el refuerzo de las dinámicas locales y la reconfiguración de empresas y territorios.
Las organizaciones de la economía social han demostrado ser un elemento importante para mitigar los efectos de la pandemia. No solo apoyan a los gobiernos abordando las cuestiones sanitarias relacionadas con el COVID-19, sino que también actúan como un socio de confianza que garantiza una mejor asignación de recursos en el suministro de algunos bienes y servicios muy necesarios para hacer frente a las preocupaciones inmediatas.
La situación actual ofrece un impulso para tomar decisiones audaces y valientes que permitan construir un futuro más sostenible e incluyente. La crisis de COVID-19 exige un replanteamiento del equilibrio entre los objetivos de eficiencia y resiliencia en distintos ámbitos de los sistemas económicos y sociales. Los esfuerzos posteriores a la crisis pueden convertirse en una oportunidad para mejorar la vida de las personas y estimular la innovación. Aquí es donde las organizaciones de la economía social pueden liberar todo su potencial. Más concretamente, la economía social puede reforzar la transición hacia sociedades más resilientes a través de sus principios (solidaridad, cooperación, impacto social) y prácticas. La economía social puede inspirar prácticas responsables entre los principales agentes económicos, demostrando que es posible conciliar los objetivos económicos con los requisitos medioambientales y sociales. La economía social también amplía la innovación social colectiva y sustenta nuevas formas de asociación, reuniendo a diversos agentes con sus respectivos conocimientos y perspectivas sobre los retos actuales. La economía social ofrece una vía creíble y basada en valores para la transición hacia sistemas más incluyentes, sostenibles y resilientes en un mundo pos-COVID-19.
Se necesita una combinación de medidas políticas para ayudar a las organizaciones de la economía social a sobrevivir a corto plazo y contribuir a configurar nuestras sociedades de una manera más sostenible e incluyente de cara al futuro. Los gobiernos pueden aprovechar esta oportunidad para desarrollar una visión compartida de su futuro para "reconstruir mejor", y los agentes de la economía social deberían tener un sitio en la mesa. Un plan de acción para poner en práctica esa visión ayudaría a establecer una hoja de ruta a la que las organizaciones de la economía social pueden contribuir activamente. Las políticas que promueven la innovación social y la cooperación pueden ayudar a las innovaciones de la economía social a aumentar su impacto. Para lograrlo, las organizaciones de la economía social necesitarán recursos financieros continuos y diversificados, así como apoyo para profesionalizarse y adquirir conocimientos digitales para explotar las herramientas pertinentes (código abierto, plataformas cooperativas). Por último, el desarrollo de datos e información compartidos sobre el impacto ayudará a realizar un seguimiento de este progreso y a reorientar los esfuerzos hacia las áreas con los resultados más fructíferos.
Referencias
[10] Ben-Ner, A. (2006), For-profit, state, and non-profit: how to cut the pie among three sectors, Edward Elgar.
[5] Birchall, J. and L. Ketilson (2009), Resilience of the Cooperative Business Model in Times of Crisis, International Labour Organization.
[12] Borzaga, C. and E. Tortia (2007), Chapter 1. Social Economy Organisations in the Theory of the Firm, OECD.
[6] CIRIEC (2017), Recent evolutions of the Social Economy in the European Union, European Economic and Social Committee, European Union, http://www.ciriec.uliege.be/wp-content/uploads/2017/10/RecentEvolutionsSEinEU_Study2017.pdf.
[4] CIRIEC (2012), The Social Economy in the European Union, European Economic and Social Committee (EESC), http://www.ciriec.uliege.be/wp-content/uploads/2015/12/EESC_CIRIECReport2012_EN.pdf.
[21] de Woot, P. (2013), Repenser l’entreprise, Académie royale de Belgique.
[27] Duforestel, P. (2020), Défis et stratégies de soutien à l’ESS en période de crise du COVID-19. Région Nouvelle-Aquitaine.
[28] EASPD (European Association of Service Providers with Persons with Disabilities) (2020), COVID-19: how social enterprises are fighting back!, https://www.easpd.eu/en/content/covid-19-how-social-enterprises-are-fighting-back.
[41] Ellen Macarthur Foundation (n.d.), What is the circular economy?, https://www.ellenmacarthurfoundation.org/circular-economy/what-is-the-circular-economy (accessed on 2020).
[26] Ernst and Young (2020), Etude de l’impact du Covid-19 sur les entreprises d’insertion et perspectives de relance du secteur.
[36] European Commission (n.d.), European Commission, https://ec.europa.eu/info/topics/single-market/services-general-interest_en (accessed on 2020).
[2] European Union (2016), Social Enterprises and their Eco-system: Developments in Europe, Publications Office of the European Union.
[39] Helbling, T. (2010), “What Are Externalities?”, Finance and Development, Vol. 47/4, https://www.imf.org/external/pubs/ft/fandd/2010/12/basics.htm.
[25] International Labour Organisation (ILO) (2020), Policy response to COVID-19 for SSE enterprises in the Republic of Korea, https://www.ilo.org/global/topics/cooperatives/news/WCMS_742645/lang--en/index.htm.
[37] McCarthy, A. (2018), The Macroeconomics of the Circular Economy Transition: A Critical Review of Modelling Approaches, OECD Publishing.
[17] Mendell, M. (2014), Improving Social Inclusion at the Local Level through the Social Economy: Designing an Enabling Policy Framework, OECD.
[9] Mertens, S. (2020), “L’économie sociale tient le bon rythme”, Libre Eco week-end Interview by Vincent Slits, pp. 2-3.
[11] Noya, A. and E. Clarence (eds.) (2007), The Social Economy. Building Inclusive Economies, OECD.
[30] OECD (2020), Coronavirus (COVID-19) From pandemic to recovery: Local employment and economic development, http://www.oecd.org/coronavirus/policy-responses/from-pandemic-to-recovery-local-employment-and-economic-development-879d2913/.
[29] OECD (2020), Coronavirus (COVID-19): SME policy responses, http://www.oecd.org/coronavirus/policy-responses/coronavirus-covid-19-sme-policy-responses-04440101/.
[22] OECD (2020), COVID-19 and Responsible Business Conduct, http://www.oecd.org/coronavirus/policy-responses/covid-19-and-responsible-business-conduct-02150b06/.
[31] OECD (2020), OECD Economic Outlook, https://doi.org/10.1787/0d1d1e2e-en.
[20] OECD (2020), Policy implications of Coronavirus crisis for rural development, http://www.oecd.org/coronavirus/policy-responses/policy-implications-of-coronavirus-crisis-for-rural-development-6b9d189a/#figure-d1e543.
[16] OECD (2020), Regional Strategies for the Social Economy. Examples from France, Spain, Sweden and Poland, OECD Publishing.
[34] OECD (2018), Good Jobs for All in a Changing World of Work: The OECD Jobs Strategy, OECD Publishing, Paris, https://dx.doi.org/10.1787/9789264308817-en.
[7] OECD (2018), Job Creation and Local Economic Development 2018. Preparing for the future of work, OECD Publishing.
[35] OECD (2014), “The crisis and its aftermath: A stress test for societies and for social policies”, in Society at a Glance 2014: OECD Social Indicators, OECD Publishing, Paris, https://dx.doi.org/10.1787/soc_glance-2014-5-en.
[18] OECD (2013), Job Creation through the Social Economy and Social Entrepreneurship.
[24] OECD (2011), Update of the OECD Guidelines for Multinational Enterprises.
[33] OECD (2010), OECD Employment Outlook 2010: Moving beyond the Jobs Crisis, OECD Publishing, Paris, https://dx.doi.org/10.1787/empl_outlook-2010-en.
[32] OECD (forthcoming), Job retention schemes during the COVID-19 lockdown and beyond.
[38] OECD (Caldera Sánchez, A., et al.) (2017), Strengthening economic resilience: Insights from the post-1970 record of severe recessions and financial crises, OECD Publishing.
[23] Porter, M. and M. Kramer (2011), “CReating Shared Value”, Harvard Business Review, Vol. 89/1-2, pp. 62-77.
[3] R&S (2015), Economie sociale: Bilan de l’emploi en 2014, Recherches & Solidarités.
[40] Raworth, K. (2017), Doughnut Economics: Seven Ways to Think Like a 21st-Century Economist, Penguin.
[8] Social Enterprise UK (SEUK) (2018), Hidden Revolution. Size and Scale of Social Enterprise in 2018.
[19] Social enterprise UK (SEUK) (2020), Social Enterprise and COVID-19, SEUK, https://www.socialenterprise.org.uk/wp-content/uploads/2020/05/Social-Enterprise-COVID-19-research-report-2020.pdf.
[14] Spear, R. (2000), “The co-operative advantage”, Annals of Public and Cooperative Economics, Vol. 71/4, pp. 507-523.
[13] Steinberg, R. (2006), Economic Theories of Nonprofit Organizations, Yale University Press.
[15] Young, D. (2008), A unified theory of social enterprise, Edward Elgar Publishing.
[1] Young, D. (2007), Towards a Normative Theory of Nonprofit Finance, AltaMira Press.
Contactos
Antonella NOYA (✉ antonella.noya@oecd.org)
Max BULAKOVSKIY (✉ max.bulakovskiy@oecd.org)
Julie RIJPENS (✉ julie.rijpens@oecd.org)
Notas
← 1. Los servicios se consideran de interés general cuando son esenciales para la vida de la mayoría de la población y, por tanto, están sujetos a obligaciones específicas de servicio público (como el transporte público, los servicios postales, la educación y la sanidad). Pueden ser prestados por el Estado o por el sector privado. (European Commission, n.d.[36]).
← 2. La resiliencia económica puede definirse como la capacidad de una economía para reducir las vulnerabilidades, resistir a los choques y recuperarse rápidamente. Puede reforzarse explorando el papel de las políticas que mitigan tanto los riesgos como las consecuencias de las crisis graves (OECD (Caldera Sánchez, A., et al.), 2017[38]).
← 3. Aunque no existe una única definición aceptada de economía circular, en general se entiende que la "transición a una economía circular" implica una menor demanda de recursos naturales y de los materiales que se derivan de ellos (McCarthy, 2018[37]). Al romper con la economía lineal de "tomar-hacer-desperdiciar", una economía circular se basa en los principios de diseño para eliminar los residuos y la contaminación, manteniendo los productos y materiales en uso y regenerar los sistemas naturales (Ellen Macarthur Foundation, n.d.[41]).
← 4. Las externalidades se encuentran entre las principales razones por las que los gobiernos intervienen en la esfera económica. Las externalidades son los efectos indirectos que tienen un impacto en las oportunidades de consumo y producción de otros, pero el precio del producto no tiene en cuenta esas externalidades. Como resultado, existen diferencias entre los retornos o costos privados y los retornos o costos para la sociedad en su conjunto. (Helbling, 2010[39]).
← 5. La “economía de rosquilla” de Kate Raworth se centra en satisfacer las necesidades de todos dentro de los límites del planeta. Garantiza que se cumplan los estándares sociales mínimos acordados internacionalmente (base social) sin agotar el planeta ni causar una degradación ecológica inaceptable (techo ambiental). (Raworth, 2017[40]).