La República Dominicana ha sido una de las economías de América Latina y el Caribe (ALC) que han registrado un crecimiento más rápido en las dos últimas décadas. Tras la grave crisis económica de 2003-2004, los progresos han sido notables. Entre 1993 y 2021, el crecimiento anual medio del PIB fue del 5.1% y, en 2011, el país se convirtió en una economía de ingreso medio-alto. La estabilidad macroeconómica fue un factor esencial, al igual que una integración más profunda en la economía mundial, con cuantiosos flujos de inversión extranjera directa, el desarrollo de zonas económicas especiales y la expansión del turismo y la minería. Las remesas de los dominicanos que viven en el extranjero, sobre todo en Estados Unidos, también desempeñaron una importante función.
Aunque el progreso económico ha venido acompañado de mejoras en varias dimensiones del bienestar de la ciudadanía, persisten importantes desafíos. La pobreza ha venido cayendo desde la crisis de 2003-2004; sin embargo, en 2021 un 23.8% de la población seguía siendo pobre, y continúa habiendo importantes desigualdades en función del grupo de ingreso, la edad, el género y el territorio. La República Dominicana figura entre los 50 países más vulnerables al cambio climático a nivel global, y su modelo de desarrollo ejerce presión sobre los recursos hídricos y marinos, aunque la superficie forestal ha aumentado en las dos últimas décadas. La República Dominicana cuenta con abundantes recursos eólicos y solares pero, en 2019, los combustibles fósiles representaban el 89% del suministro total de energía. La ciudadanía es consciente de estas dificultades. Aunque la confianza en el Gobierno ha aumentado desde la pandemia al situarse en un 57% en 2021, por encima del promedio de ALC, un 60% de la población consideraba la corrupción como un problema generalizado, y una proporción similar pensaba que el país estaba gobernado por y para los poderosos.
La crisis del COVID-19 agravó algunos de estos desafíos estructurales, pero también ayudó a señalar áreas donde es fundamental avanzar con una agenda ambiciosa de reformas. En el presente Estudio se destacan tres dimensiones de la política pública esenciales para promover un mayor bienestar para toda la ciudadanía: 1) la creación de más oportunidades de empleo formal; 2) la movilización de mayores recursos financieros públicos y privados para el desarrollo; y 3) el avance de la transformación digital.