El progreso económico y social de Paraguay se ha acelerado desde 2003. Después de un prolongado período de inestabilidad económica y política, el país experimentó un crecimiento más fuerte al de la mayoría de los países de la región (con su PIB creciendo al 4% en 2016) y mostró resiliencia frente a las dificultades de sus vecinos y socios comerciales clave. Sobre la base de un desempeño económico sólido, el país ha reducido a más de la mitad su tasa de pobreza y ha ampliado el acceso a la salud y a la educación.
Las reformas emprendidas desde la transición democrática de 1989 prepararon el terreno para que el país aprovechara al máximo las condiciones favorables generadas por el aumento de los precios de los productos básicos durante la década del 2000. Estas condiciones ayudaron a establecer una gestión macroeconómica sólida, que culminó con la adopción de un régimen de metas de inflación en 2011 y de la ley de responsabilidad fiscal en 2013. El país también avanzó en su apertura; se unió a Mercosur y amplió gradualmente su red de acuerdos de libre comercio.
Sin embargo, garantizar un progreso económico y social sostenido en el mediano plazo requerirá más reformas para ayudar a dirigir la transformación estructural de la economía y ofrecer un desarrollo más inclusivo con un fuerte enfoque en el bienestar de las personas. La desigualdad sigue siendo un gran desafío para Paraguay. A pesar de las mejoras recientes, la desigualdad en los ingresos sigue siendo más alta que el promedio de la región. Las marcadas desigualdades también se manifiestan en la calidad de vida, abarcando el acceso a la seguridad social o al agua potable y servicios de saneamiento, especialmente entre las zonas urbanas y rurales. El crecimiento del PIB y las exportaciones siguen dependiendo en gran medida del sector agrícola comercial que, a pesar de ser altamente productivo, crea relativamente pocos puestos de trabajo. La baja diversificación explica en parte el alto nivel de informalidad en el país que a su vez alimenta la desigualdad y debilita la capacidad del Estado.
Paraguay tendrá que superar siete obstáculos clave para lograr tal transformación. La brecha de infraestructura restringe las nuevas inversiones y conduce a una concentración territorial en la actividad económica. También es necesario implementar un enfoque sistémico para aumentar los logros educativos y formar en habilidades más relevantes. Se requieren mayores esfuerzos para fortalecer la gobernanza, de modo que la gestión de lo público públicos sea y se perciba como eficiente y justa. Desbloquear el financiamiento para el desarrollo, a través de la movilización de recursos internos y la atracción de la inversión privada, puede ayudar a mantener el crecimiento económico. La informalidad ha llevado a un sistema fragmentado de protección social que limita la eficacia de la acción pública para reducir la pobreza, para proporcionar servicios públicos o para redistribuir. La desigualdad tiene un fuerte componente geográfico que exige el diseño de un enfoque territorial de la política de desarrollo, a partir de los planes de desarrollo local y las ventajas y características comparativas de cada territorio. Finalmente, Paraguay deberá actualizar su sistema estadístico para generar evidencia que permita un monitoreo preciso y oportuno de su desarrollo.
Cumplir con la ambición de Paraguay para 2030, tal como se establece en su Plan Nacional de Desarrollo, requiere una agenda ambiciosa de reformas. El Estudio Multidimensional de País moviliza toda la experiencia de la OCDE para ayudar al país a cumplir sus objetivos. Este primer volumen presenta un diagnóstico de los principales impedimentos para el desarrollo de Paraguay. Los volúmenes subsiguientes proporcionarán un análisis detallado de los principales obstáculos y formularán las recomendaciones de políticas para abordarlos.