El número de estudiantes de educación superior en México se duplicó en la década pasada y cada año más de medio millón de egresados de este nivel se incorporan al mercado laboral. Encontrar empleo adecuado es difícil y un gran número de jóvenes egresados universitarios trabajan en puestos para los cuales están sobrecalificados o consiguen empleos sin seguridad social ni cobertura de pensión.
México no es el único país en esta situación. En muchas naciones de la OCDE, los resultados de la educación superior, menores a lo esperado, son una desilusión para los graduados y sus familias, quienes desearían obtener empleos de buena calidad y con buenos ingresos como respuesta a su inversión formativa. La baja rentabilidad es también una preocupación para los gobiernos, que gastan en el desarrollo de competencias para impulsar la productividad y la innovación a escalas nacional y regional.
Para responder a estas inquietudes, la OCDE ha emprendido un análisis exhaustivo de los resultados y la relevancia de los sistemas de educación superior para el mercado laboral. El objetivo es ayudar a los países a mejorar las políticas públicas y las prácticas institucionales mediante un conocimiento más amplio de las capacidades y los obstáculos existentes, y las recomendaciones que ayuden a cerrar esas brechas. México fue una de las primeras naciones en sumarse a este ejercicio, junto con Noruega y Estados Unidos de América.
Tres aspectos destacan en el análisis y convierten este informe en material de lectura de interés particular para los responsables de la formulación de políticas públicas y para grupos de interés relacionados con la educación superior. En primer lugar, el sistema educativo de nivel superior mexicano es grande y complejo, pero carece de la diversidad de campos y niveles de estudio requeridos para cubrir las necesidades del mercado laboral. El aseguramiento de la calidad se desarrolló en la década pasada, pero aún de carácter voluntario, fragmentado, es poco claro e implica esfuerzos duplicados.
En segundo lugar, los estudiantes necesitan apoyo adicional para tener éxito. Se dispone de múltiples enfoques innovadores de enseñanza y aprendizaje, pero su práctica no es generalizada. Las instituciones pequeñas carecen de los recursos y los vínculos para sostener una relación de colaboración eficaz con los empleadores y el aprendizaje basado en el trabajo. El servicio social, que todo alumno universitario debe completar antes de graduarse, es una práctica encomiable que implica retribuir a la sociedad lo recibido y que puede convertirse en una manera muy eficaz de desarrollar competencias transversales. Sin embargo, como se muestra en este análisis, es necesario regular y gestionar estas iniciativas de manera adecuada. Los estudiantes, quienes en muchos casos tienen que combinar la vida laboral y el estudio, requieren instituciones con mayor flexibilidad y la posibilidad de salir de la educación superior y regresar en una etapa posterior de su vida para completar sus estudios o continuarlos en un nivel más avanzado.
Por último, en México, al igual que en otros países de la OCDE, para fortalecer los vínculos entre la educación superior y el mercado laboral, es preciso adoptar un enfoque común para todo el gobierno e involucrar a todos los actores de la educación superior. México requiere contar con información y proyecciones de las necesidades futuras del mercado laboral más interconectadas y actualizadas para propiciar que las instituciones, los estudiantes y los empleadores tomen mejores decisiones y hagan planes a futuro.
Se han tomado medidas prometedoras en todas estas áreas y la OCDE está lista para ayudar a México a avanzar en este sentido.