La esperanza de vida al nacer sigue en aumento en la región de Latinoamérica y el Caribe (LAC), impulsada por la constante reducción de la mortalidad en todas las edades, y en particular de la mortalidad en menores de cinco años en todos los países (ver los indicadores "Mortalidad infantil" y "Mortalidad de menores de cinco"). Los incrementos de la longevidad pueden atribuirse a diversos factores, entre ellos el aumento de los estándares de vida, una mejor nutrición y la optimización de la infraestructura de agua potable y saneamiento (ver el indicador "Agua y saneamiento" en el Capítulo 4). La mejora de los estilos de vida, el aumento de la educación y el mayor acceso a servicios de salud de calidad también desempeñan un papel importante (Raleigh, 2019[1]).
La esperanza de vida al nacer para toda la población de la región de LAC alcanzó los 74,5 años en promedio en el año 2017, lo que supone un aumento de casi 4 años desde el año 2000. En comparación, los países de la OCDE ganaron 3,6 años durante el mismo período (Figura 3.1, panel izquierdo). Sin embargo, en la esperanza de vida al nacer persiste una gran división regional. Los países con la mayor esperanza de vida en 2017 fueron Costa Rica y Chile, con poco más de 80 años, seguidos de cerca por Cuba, justo por debajo de esa cifra. En cambio, tres países de la región de LAC tenían una esperanza de vida total inferior a 70 años (Haití, Guyana y Bolivia). En Haití, un niño nacido en 2017 puede esperar vivir un promedio menor a 64 años.
Las mujeres viven más que los hombres (Figura 3.1, panel derecho), pero el grado de disparidad también varía entre los países. La brecha de género en la esperanza de vida se situó en 5,7 años en promedio en todos los países de LAC en 2017, superior al promedio de los países de la OCDE de 5,3 años. La diferencia entre los géneros es más significativa en Venezuela y El Salvador, con una diferencia de más de ocho y más de nueve años, respectivamente. Las mujeres también tienen mayores tasas de supervivencia hasta los 65 años (Figura 3.2), independientemente de la situación económica del país. En promedio en los países de LAC, el 83,2% de una cohorte de mujeres recién nacidas viviría hasta los 65 años, mientras que sólo el 73,8% de los hombres viviría hasta los 65 años. Sólo en Costa Rica se prevé que más del 90% de las mujeres recién nacidas vivan hasta los 65 años, aunque aún bajo el promedio OCDE de 90,9%.
El mayor ingreso nacional – medido por el PIB per cápita – se asocia generalmente con una mayor esperanza de vida al nacer (Figura 3.3). Sin embargo, hay algunas diferencias notables en la esperanza de vida entre países con ingresos per cápita similares. Por ejemplo, Costa Rica tenía una esperanza de vida más alta y Trinidad y Tobago una esperanza de vida más baja si nos guiamos únicamente por el PIB per cápita.
Las diferencias de esperanza de vida por género pueden explicarse por los cambios ocurridos en el siglo pasado, como la reducción de la mortalidad materna, así como la disminución de la tasa global de fecundidad, el aumento del tabaquismo en los hombres y el descenso de las enfermedades infecciosas que beneficiaron de manera desproporcionada a las mujeres (Goldin and Lleras-Muney, 2018[2]). Además, en LAC la brecha de género también puede entenderse debido a la prevalencia de la violencia en muchos países que afecta más a los hombres que a las mujeres (ver la sección sobre "Mortalidad por lesiones").
Los niveles socioeconómicos y educativos desempeñan un papel importante en la esperanza de vida, como se observa en el caso de una diversa gama de países de LAC, como Colombia, República Dominicana, Guatemala y Haití, donde el mayor nivel educativo de las madres y el ingreso del hogar se asocian con una mejor supervivencia infantil (ver indicadores "Mortalidad infantil" y "Mortalidad en menores de 5 años").