La diabetes es una enfermedad metabólica crónica, caracterizada por altos niveles de glucosa en la sangre. Se produce ya sea porque el páncreas deja de producir la hormona insulina (diabetes tipo 1, diabetes insulinodependiente, predisposición genética), que regula el azúcar en la sangre, o por una reducción de la capacidad de producir insulina (diabetes tipo 2, no insulinodependiente en la mayoría de los casos, relacionada con el estilo de vida), o por una reducción de la capacidad de respuesta a la insulina (resistencia a la insulina). Las personas con diabetes corren un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares como un infarto cardíaco o un accidente cerebrovascular. También corren un alto riesgo de perder la vista, de que amputación de un pie o una pierna debido al daño de los nervios y los vasos sanguíneos, y de sufrir insuficiencia renal que requiera diálisis o un trasplante. A nivel mundial, se estima que en el año 2014 había 422 millones de adultos con diabetes, en comparación con los 108 millones de 1980. La prevalencia mundial de la diabetes casi se ha duplicado desde 1980, pasando del 4.7% al 8.5% en la población adulta, responsable de 1,5 millones de muertes en 2012, con 2,2 millones de muertes adicionales debidas a una glucosa en sangre superior a la óptima (OMS, 2016[26]). En LAC, alrededor de 41 millones de adultos (mayores de 20 años) padecen diabetes y alrededor de la mitad de ellos no han sido diagnosticados y no saben que están desarrollando complicaciones a largo plazo.
Entre los países de LAC, la prevalencia de diabetes en adultos en 2019 variaba entre menos del 6% en Ecuador y Argentina hasta el 17% en Belice (Figura 3.32). En promedio, la prevalencia en LAC fue del 9,7%, un aumento del 7,4% en 2010. Belice es el país que ha experimentado el mayor aumento, 10 puntos porcentuales, mientras que la prevalencia tanto en Venezuela como en Uruguay ha disminuido en diabetes en torno a 6 puntos porcentuales entre 2010 y 2019.
En el período 2010-2019, la mortalidad atribuible a glicemia elevada en el grupo de edad de 20 a 79 años aumentó en países como Paraguay (+72%), Antigua y Barbuda (+65%) y Santa Lucía (+55%). En promedio, aumentó en LAC en un 8%, en oposición a la reducción promedio de la OCDE de 14% (Figura 3.33). Varios países experimentaron disminuciones significativas, como Honduras (-47%), Haití (-37%) y Guyana (-30%). En 2019, el país con la mayor mortalidad fue Guyana con 188 muertes por cada 100.000 habitantes en el grupo de edad de 20 a 79 años, seguido de Surinam y San Vicente y las Granadinas, con 155 y 153, respectivamente. Estos tres países son los únicos por encima del promedio de la OCDE de 151 muertes por cada 100.000 habitantes
Las políticas pueden orientarse a reducir tanto la prevalencia como la mortalidad de la diabetes. El fortalecimiento de la respuesta integral a las enfermedades no transmisibles, entre ellas la diabetes, en particular en la atención primaria, es una medida esencial. En general, los países que cuentan con sólidos sistemas de atención primaria obtienen mejores resultados en cuanto a la diabetes (por ejemplo, Costa Rica y Cuba). En el caso de la diabetes, cabe citar la aplicación de directrices y protocolos para mejorar el diagnóstico y la gestión, garantizando el acceso equitativo a las tecnologías esenciales para todos los grupos poblacionales (por ejemplo, insulina). La mayoría de los países de LAC cuentan con programas dedicados a la diabetes, lo que constituye un paso relevante para su control (OMS, 2016[26]). La prevalencia debe ser abordada apuntando a los comportamientos de riesgo, por ejemplo, la dieta poco saludable y el sedentarismo como los principales factores, así como el consumo de alcohol y tabaco.