Este capítulo examina las limitaciones del PIB para medir la “prosperidad” y el “bienestar”. Ilustra los desarrollos de indicadores de “una vida mejor”, tanto al interior como fuera del marco de las cuentas nacionales, lo que permite medir estos dos conceptos tan complejos y al tiempo tan importantes para la sociedad.
Comprendiendo las Cuentas Nacionales
Capítulo 14. El PIB como medida de bienestar: La agenda para “después del PIB”
Abstract
El concepto de “prosperidad” (es decir, el bienestar económico) ha sido entendido, típicamente, por economistas y estadísticos, como el control de la gente sobre los bienes y servicios. Este concepto describe la “fortuna” de una persona (que tan pudiente es) como opuesta al concepto más amplio de bienestar (que tan bien está), que comprende aspectos solamente relacionados de manera indirecta con los haberes, tales como los derechos políticos y sociales, o el rango de atributos que moldean su vida (por ejemplo, salud y educación). En este capítulo se conservará la distinción entre bienestar económico (welfare) y bienestar en general (well-being).
Aunque el PIB, como se argumentó en los primeros capítulos de este manual, es principalmente una medida de la producción económica, está asociado al bienestar económico de varias maneras. A un nivel muy elemental, la teoría económica convencional postula que, cuando se dispone de información perfecta y las preferencias de los consumidores satisfacen necesidades relativamente simples, los precios del mercado son iguales a los cambios en la utilidad que la gente deriva de los diferentes bienes y servicios consumidos: de ello se deprende que el consumo final de los hogares, una parte considerable del PIB, este ligado con el bienestar económico de los hogares y que, para un consumidor con unas preferencias determinadas, un mayor ingreso monetario corresponde a canastas de bienes y servicios sobre una curva de indiferencia mayor, lo cual implica un mayor bienestar económico para esa persona.
A pesar de estar relacionadas con el bienestar económico, las cuentas nacionales se centran en la medición de la actividad económica y no en el bienestar económico per se. Históricamente, las raíces de las cuentas nacionales modernas, desarrolladas en los años 1930 y 1940, se encuentran en la macroeconomía Keynesiana y en la necesidad para los responsables de la política de administrar los esfuerzos de la guerra y de la reconstrucción, para brindar pleno empleo y elevados recursos fiscales y que, en un contexto amplio, aseguraran la gestión de la economía dentro de los límites de su capacidad productiva. El manual de referencia de las cuentas nacionales, SCN 2008, (véase el Capítulo 13), señala “… no considera al PIB como una medida de bienestar económico, y de hecho son varias las convenciones del SCN contrarias a una interpretación de las cuentas en términos de bienestar económico”.
Conceptualmente el PIB es solo una medida parcial del bienestar económico por muchas razones, entre ellas:
Las diferencia entre el concepto de la producción económica “interna”, es decir, realizada por unidades residentes y no residentes dentro del territorio de un país, y “bruta”, es decir, sin deducir de la producción lo que se requiere guardar para remplazar el inventario de capital utilizado en la producción, – y el concepto de ingreso neto (el valor máximo que un hombre puede consumir durante una semana y estar tan bien al final de la semana como se estaba al principio de ella, de acuerdo con la definición de John Hicks en 1939), el concepto más directamente asociado con el bienestar económico de los individuos.
El hecho de que el PIB proporciona información de agregados totales (o per cápita) en lugar de presentar la distribución de estos agregados entre las diferentes personas u hogares. La distinción entre magnitudes agregadas y a nivel individual es importante desde la perspectiva del bienestar económico pues, aun suponiendo que el bienestar económico de una persona esté adecuadamente expresado por su ingreso, al igual que cualquier evaluación del “bienestar social” (es decir, el bienestar económico de una comunidad como un todo) requiere juicios normativos sobre la distribución, pues la utilidad marginal del ingreso difiere entre personas (un dólar adicional aumentará el bienestar económico de una persona pobre en mayor proporción que lo que una pérdida de un dólar reduce el bienestar económico de una persona rica).
El hecho de que algunas actividades de producción quedan dentro de la frontera de producción de las cuentas nacionales e incrementan el PIB aun cuando, desde el punto de vista de bienestar económico, están simplemente neutralizando algunas “pérdidas de bienestar” ocasionadas por el mayor crecimiento económico (por ejemplo, los flujos de consumo relacionados con el desplazamiento de la gente a su trabajo) o las consecuencias de accidentes humanos o naturales. Recíprocamente, el bienestar económico de la gente se mejora tanto por flujos de producción que van más allá de la frontera de producción de las cuentas nacionales (por ejemplo, servicios producidos por los hogares para su propio uso), como por actividades de no mercado (ocio, por ejemplo) que no pueden concebirse como producción.
Conceptualmente, los precios de mercado que se usan para ponderar las diferentes cantidades de bienes y servicios en el PIB, reflejan el valor para los consumidores de la última unidad consumida. Aunque este enfoque tiene sus raíces en la teoría del consumidor, deja de lado la totalidad de los consumidores que querrían pagar por la cantidad total del bien considerado (o sea que no representa el valor total de las unidades consumidas antes de la última), que es un concepto más cercano al bienestar económico de las personas.
Puede haber externalidades y otras desviaciones del equilibrio de mercado, lo cual implica que los precios de mercado no pueden interpretarse siempre como reflejo del valor relativo (en el margen) de los diferentes bienes y servicios producidos y consumidos. En otros casos pueden no existir mercados tanto para los bienes insumos de la producción (recursos de uso común) y para los activos que mejoran el bienestar económico que están afectados por las actividades humanas (por ejemplo, el sistema climático).
Finalmente, la medición estática del bienestar económico no dice mucho sobre la permanencia de ese nivel en el tiempo. La “sostenibilidad” exige tener en cuenta la forma en que las actividades económicas están afectando los diferentes tipos del inventario de capital, que pueden entrar al proceso de producción (cuando el interés se centra en la sostenibilidad del crecimiento del PIB), o, que son, en términos más generales, importantes para el bienestar económico de la gente o para el planeta en el futuro. Esta preocupación es de particular relevancia cuando se reconoce la importancia de los recursos limitados (capital natural no renovable), cuyos servicios no pueden obtenerse mediante otro tipo de recursos (producidos).
Todos estos argumentos son bien conocidos de los economistas y estadísticos profesionales. Están, sin embargo, olvidados en los medios y en las discusiones políticas, en donde el PIB se toma como la medida general del “éxito”, perdiendo de vista hasta qué punto el PIB es una construcción empírica, no un “hecho”, así como los argumentos y razonamientos que han llevado a su construcción (Coyle, 2014). Aunque ya se habían discutido en los años 1970 (Nordhaus and al, 1973), los límites del PIB como medida del bienestar económico han sido objeto reciente de una gran visibilidad, dadas las recomendaciones de una comisión internacional establecida en el 2008 por el presidente francés Nicolas Sarkozy, sobre las medidas del desempeño económico y el progreso social. Las recomendaciones más importantes se resumen en el Recuadro 14.1. De hecho, la mayor parte de las iniciativas estadísticas adelantadas en los últimos años para mejorar las medidas de bienestar económico, de la calidad de vida y de la sostenibilidad, se pueden relacionar, directa o indirectamente, con esas recomendaciones.
Son notables dentro de estas iniciativas las propuestas por la OCDE en el contexto de su proyecto “Better Life Initiative”, (www.oecd.org/statistics/betterlifeinitiativemeasuringwell-beingandprogress.htm) y aquellas por el Sistema Estadístico Europeo en el contexto del “Grupo de Apoyo en la Medición del Progreso, el Bienestar y el Desarrollo Sostenible”.
No se debe ver en las cinco primeras recomendaciones un rechazo definitivo de las variables actuales de las cuentas nacionales, sino un apoyo a una mayor visibilidad para algunas partes de las cuentas nacionales que aún se mantienen en un plano posterior y desarrollar nuevas dimensiones de los agregados existentes, para enriquecer su potencial de medición del bienestar económico. Las últimas cinco recomendaciones están relacionadas con el desarrollo de medidas relacionadas con el bienestar en general (wellbeing), más allá de los elementos económicos.
Este capítulo describe algunos de los enfoques que se han propuesto o desarrollado dentro del sistema de cuentas económicas para derivar medidas que reflejen mejor el bienestar económico de las personas. En primer lugar, el capítulo describe aquellas medidas de bienestar (a nivel de los hogares) que ya están disponibles dentro del sistema de cuentas nacionales. En segundo lugar, el capítulo revisa algunos de los enfoques que se han utilizado para ir más allá de las cuentas, o sea “más allá del promedio” (para tener en cuenta las desigualdades en las condiciones económicas entre personas de características diferentes), “más allá del mercado” (para tener en cuenta flujos e inventarios que no se intercambian en el mercado” y “más allá del aquí y ahora” (para tener en cuenta la sostenibilidad). Finalmente, el capítulo trata algunos de los enfoques que han sido utilizados por economistas y estadísticos para medir el bienestar de la gente en sentido amplio (well-being) (lo que la gente hace, lo que la gente es y no los bienes que posee). Estos indicadores estadísticos son nuevos y aún están en proceso de elaboración, comparados con las “viejas” variables de la contabilidad nacional descritas en los capítulos anteriores. Sin embargo, como se muestra en este capítulo, ya han salido de la primera fase de desarrollo, la de investigación/experimentación, para pasar a la segunda fase, la de producción regular, en particular por parte de la OCDE.
Recuadro 14.1. Recomendaciones de la Comisión sobre las Medidas de Desempeño Económico y de Progreso Social
Recomendación 1: Cuando se evalúe el bienestar material, se debe estudiar el ingreso y el consumo en lugar de la producción. Vincular PIB y bienestar económico puede conducir a indicaciones engañosas sobre que tan bien está la gente e inducir decisiones de política equivocadas;
Recomendación 2: Se debe enfatizar en el punto de vista del hogar, pues las condiciones de vida de los ciudadanos se pueden seguir mejor mediante mediciones del ingreso y del consumo de los hogares;
Recomendación 3: Tener en cuenta el ingreso y el consumo juntamente con el patrimonio, lo cual requiere información sobre balances y una valoración adecuada de estos inventarios;
Recomendación 4: Destacar más la distribución del ingreso, el consumo y el patrimonio, lo cual requiere que las mediciones del ingreso promedio, del consumo y del patrimonio estén acompañadas de indicadores sobre su distribución;
Recomendación 5: Ampliar las mediciones del ingreso a las actividades de no mercado, tales como los servicios recibidos por las personas de otros miembros del hogar, así como el tiempo de ocio;
Recomendación 6: La calidad de vida depende de las condiciones objetivas y de las capacidades, tales como la salud de las personas, la educación, las actividades personales y las condiciones ambientales, pero también de sus vínculos sociales, su participación política y su inseguridad;
Recomendación 7: Los indicadores de calidad de vida, en todas sus dimensiones, deberían evaluar las desigualdades de manera exhaustiva, teniendo en cuenta vínculos y correlaciones;
Recomendación 8: Se deben diseñar encuestas para evaluar la conexión entre los diferentes dominios de la calidad de vida de una persona, una información que se debe utilizar en el diseño de políticas;
Recomendación 9: Las Oficinas Nacionales de Estadística deben suministrar la información necesaria para agregar transversalmente las dimensiones de calidad de vida, permitiendo así la construcción de diferentes índices;
Recomendación 10: Las medidas tanto objetivas como subjetivas del bienestar proveen la información clave acerca de la calidad de vida de las personas, y las Oficinas Nacionales de Estadística deben incorporar en sus propias encuestas preguntas para captar las evaluaciones sobres sus condiciones de vida, experiencias hedónicas y prioridades de las personas;
Recomendación 11: La evaluación de la sostenibilidad requiere una tabla bien identificada de indicadores, cuyos elementos deben ser interpretables en término del “stock” subyacente;
Recomendación 12: Los aspectos ambientales de la sostenibilidad requieren de un seguimiento separado, basado en un conjunto de indicadores físicos muy bien escogidos.
Fuente: Stiglitz, J.E., A. Sen and J.-P. Fitoussi (2009), Report by the Commission on the Measurement of Economic Performance and Social Progress, www.insee.fr/en/information/2662494.
14.1. Mejoramiento de las medidas de bienestar económico dentro de las cuentas nacionales
Mediciones a nivel de los hogares
El PIB es solamente una medición dentro de un conjunto plenamente desarrollado de cuentas referidas al sistema económico como un todo. Dentro de este conjunto de cuentas hay mejores aproximaciones de medición del bienestar económico que el mismo PIB: son las mediciones que se refieren específicamente a los hogares (y no a la economía como un todo) puesto que las personas y los hogares son la base natural de todas las evaluaciones de bienestar económico. Como se explicó en el Capítulo 5, las cuentas nacionales permiten ilustrar como el ingreso primario generado mediante la producción económica (tanto por flujos efectivos como imputados) lleva al ingreso disponible que queda en manos de los hogares. Como la noción de bienestar económico se refiere a las personas, estas cuentas a nivel de hogar constituyen el punto de partida para derivar mediciones que tienen una relación más cercana con el concepto de bienestar económico. Las mediciones del ingreso disponible del hogar (o sea, la parte del ingreso que queda después de deducir los impuestos y las contribuciones obligatorias al seguro social a cargo del hogar), y de los gastos de consumo (es decir, el valor de los bienes y los servicios de consumo adquiridos por los hogares para satisfacer sus necesidades), son importantes puesto que pueden evolucionar de manera diferente al PIB, tanto a lo largo del ciclo de los negocios como a mediano plazo (véase el Gráfico 14.1), por ejemplo, por cambios en la política fiscal o en los pesos relativos de los salarios y de las utilidades. Dependiendo de su objeto, las mediciones de los hogares se pueden corregir por el tamañode la población, lo cual se puede obtener mediante cifras expresadas per cápita, por hogar o por unidades de consumo1.
Dos tipos adicionales de ajustes se pueden aplicar a las mediciones del SCN para el sector de los hogares, para entregar variables que posean una relación más cercana con el concepto de “bienestar económico”.
El primero consiste en ajustar el ingreso disponible bruto de los hogares con el monto que debe reservarse para compensar el desgaste del capital utilizado en la producción. Este ajuste, que en el caso de los hogares se refiere principalmente a la depreciación del stock de vivienda, se requiere para acercar la medición de las cuentas nacionales del ingreso bruto de los hogares a la definición de ingreso de J.R. Hicks, es decir el ingreso neto disponible de los hogares.
El segundo ajuste es el agregar a los flujos monetarios correspondientes a los hogares (el ingreso monetario que reciben y sus gastos de consumo) el valor imputado de los servicios que el hogar recibe del gobierno y de las instituciones sin fines de lucro que sirven a los hogares. Este ajuste lleva a mediciones promedio del ingreso disponible neto ajustado de los hogares y del consumo efectivo de los hogares (véase el Capítulo 5). Los servicios en especie agregados para derivar estas mediciones son aquellos que benefician a consumidores individuales (por ejemplo, educación) y no los servicios colectivos que benefician a todos los hogares de la economía como un todo (por ejemplo, defensa). Aunque, desde un punto de vista de bienestar económico, estos servicios individuales deben valorarse al precio de servicios equivalentes adquiridos en el mercado, generalmente se les valora por sus costos de producción; esto implica que los cambios en el volumen del ingreso disponible neto ajustado y del consumo efectivo de los hogares estará subestimado cuando la calidad de estos servicios en especie (o la productividad con la cual se producen) mejora con el tiempo.
Los dos conceptos (ingreso disponible neto ajustado y consumo efectivo de los hogares) producen mediciones válidas del flujo de bienestar económico de los hogares, y se han emprendido varias iniciativas por las Oficinas de Estadística en los años recientes para mejorar su uso y la frecuencia y oportunidad de su estimación. Pero el nivel del patrimonio del hogar (o sea la diferencia entre los activos del hogar, financieros y no-financieros, y sus obligaciones, véase el Capítulo 8) es también de importancia para el bienestar económico de la gente, tanto por sí mismo (los hogares con un mayor patrimonio neto están mejor que aquellos que tienen ingreso y consumo similares pero un patrimonio menor) como también porque los cambios en el valor de los stocks están afectados por los flujos (el capital, la retención de pérdidas/ganancias) que no se contabilizan como ingreso en el SCN, y que pueden ser muy grandes en los períodos de precios de activos cambiantes.
Mientras que estas mediciones a nivel de los hogares del SCN brindan un punto de partida para evaluar el bienestar económico, queda mucho por hacer para que estén disponibles de manera más amplia, y varios factores limitan su uso. Primero, no todos los países de la OCDE calculan cuentas completas para el sector de los hogares. Segundo, aun dentro de los países que lo hacen, hay diferencias en términos de frecuencia (las cuentas sectoriales generalmente están disponibles 1 a 2 años después del primer estimativo del PIB) y de alcance (algunos países no hacen distinción entre los hogares y las ISFLSH, o se basan en definiciones diferentes de las cuasi-sociedades o de los servicios individuales del gobierno). El cálculo de las hojas de balance de los hogares se caracteriza por diferencias aún más grandes.
Incorporación de la información sobre disparidades entre los hogares dentro de las cuentas nacionales.
Una limitación de las cuentas nacionales desde el punto de vista de la información sobre el bienestar económico es que no proporcionan información sobre la distribución de los recursos económicos entre unidades con características diferentes. Esta es una limitación importante porque cualquier evaluación del bienestar social requiere juicios normativos sobre la distribución de los recursos económicos. El hecho de ver solamente cantidades totales o promedios (per cápita, por ejemplo) no impide las selecciones normativas, pero implica que las unidades dentro de una comunidad sean “ponderadas” por el monto de sus ingresos (es decir que, mientras más rico se es, mayor es el peso que se tiene cuando se estima una variable por su promedio), una situación objetable desde la mayoría de las perspectivas normativas.
Más allá de razones conceptuales, la integración de la información sobre desigualdades en las cuentas económicas es también importante por varias razones prácticas:
En primer lugar, hay una tendencia hacia mayores desigualdades en la distribución del ingreso de los hogares y esto se ha observado en la mayoría de los países de la OCDE desde mediados de los 80 (OCDE, 2011). Estas desigualdades implican que, mientras que las tasas de crecimiento del ingreso fueron relativamente uniformes a través de la distribución, en la mayoría de los países de la OCDE desde mediados de los 50 hasta los primeros años de los 80 (lo que hacía admisible para los macroeconomistas ignorar la desigualdad y adherir a la suposición de un simple “agente representativo”) ya no es admisible hoy, pues las ganancias de la parte superior de la distribución han dejado de “escurrir” a todos los demás.
En segundo lugar, el hecho de que las mediciones del ingreso y del consumo de los hogares que se obtienen de fuentes micro, (generalmente encuestas de hogares, registros administrativos y de los diferentes métodos para integrar estas dos), han crecido a un ritmo más lento que las mediciones globales de cuentas nacionales para los mismos rubros. Aunque esto puede reflejar el deterioro en la propensión de los hogares más ricos a participar en las encuestas utilizadas para evaluar la distribución de los recursos económicos (posiblemente asociado con el aumento de su ingreso relativo al del resto de la población), y la importancia creciente en los totales de las cuentas nacionales de rubros que no se registran en las micro-fuentes (por ejemplo, imputaciones a los tenedores de pólizas de seguros de vida, o de los servicios de viviendas ocupadas por el propietario), implica también que una parte creciente de los recursos económicos de los hogares no estaría incluida en los datos de las encuestas.
En tercer lugar, los desarrollos en las últimas décadas se han caracterizado, en varios países de la OCDE, por tendencias diferentes en la desigualdad del ingreso, del consumo y del patrimonio de los hogares. Estas diferencias subrayan la importancia de examinar las desigualdades en la distribución de los recursos económicos de manera conjunta, en lugar de suponer que ellas siempre se parecen.
Todos estos factores han motivado las Oficinas Nacionales de Estadística y los investigadores independientes para tratar de integrar mejor los datos macro y micro sobre los recursos de los hogares, y superar una prolongada separación entre los dos tipos de enfoques. En particular, el trabajo emprendido por el Grupo de Expertos OCDE/EUROSTAT sobre Disparidades en la Cuentas Nacionales, que funcionó en el período 2012-14, y que ahora se ha continuado dentro del esquema de OCDE, tenía dos objetivos críticos:
El primero era evaluar exhaustivamente el tamaño de las diferencias entre las mediciones micro y macro de los diferentes tipos de recursos económicos de los hogares. Estas pueden reflejar a su vez diferencias en el alcance y en las definiciones en las dos fuentes (por ejemplo, que un tipo específico de ingreso de los hogares está incluido en las estadísticas macro y excluido de las micro), y diferencias en las mediciones efectivas de un mismo agregado por las dos fuentes (por ejemplo, aún si las dos fuentes consideran el mismo tipo de ingreso). Las diferencias entre las fuentes micro y macro reflejan parcialmente tradiciones diferentes y aspectos de investigación seguidos por dos corrientes de trabajo, y se relacionan con:
Diferencias en el alcance de los dos tipos de mediciones. Las fuentes micro generalmente excluyen a los hogares que viven en instalaciones colectivas (hoteles, casas de huéspedes) o en instituciones (cuarteles militares) como también a las personas que viven en áreas muy alejadas o escasamente pobladas, y que están incluidas en las estadísticas macro para el sector de los hogares.
Diferencias en la composición de los rubros incluidos. Las fuentes macro incluyen varios rubros imputados (tales como alquileres imputados, ingresos de capital atribuidos a los tenedores de pólizas de seguros, o servicios financieros medidos indirectamente) los que no son siempre incluidos en las fuentes micro pues los entrevistados individuales no son los calificados para responder sobre ellos.
Diferencias en los enfoques de las investigaciones. Las estadísticas micro generalmente se usan para mostrar las diferencias en la distribución de los recursos en un punto del tiempo, mientras que la estadísticas macro se orientan a describir los cambios que ocurren a lo largo del tiempo, lo cual exige una serie de mediciones consistentes de precios y volúmenes, y mediciones muy consistentes a lo largo del tiempo.
Finalmente, aun cuando el mismo tipo de recurso económico está cubierto tanto por el SCN como por los microdatos, la medición efectiva de su tamaño total puede también ser diferente. Esto se debe a que los datos de las cuentas nacionales, como un conjunto de cuentas coherentes, hace uso de la información (contrapartidas) de otros sectores institucionales (por ejemplo, en el caso de activos y pasivos financieros detenidos por los intermediarios financieros), mientras que las encuestas cuentan solamente con la información suministrada por los entrevistados.
El Gráfico 14.2 muestra la brecha promedia (en una muestra de países de la OCDE hacia mediados de los 2000) entre las cuentas nacionales y las mediciones micro del ingreso disponible ajustado de los hogares, consumo de los hogares y patrimonio neto de los hogares, basado en los estimativos suministrados por Fesseau, Wolff y Mattonetti (2013). Este estudio muestra que:
En el caso del ingreso disponible ajustado de los hogares, la brecha promedia (en una muestra de 20 países de la OCDE) está cerca del 40%. Esta brecha se reduce a menos del 20% cuando la comparación se limita a aquellos rubros cubiertos tanto por las cuentas nacionales como por los microdatos. La diferencia varía considerablemente entre países, desde 5% en Japón hasta 57% en México. La concordancia entre los totales macro y micro es “buena” (entre 80 y 120%) en más de 4/5 de los países para “sueldos y salarios” y “contribuciones sociales efectivas de los empleadores” pero de solo 2/3 de los países para “impuestos sobre el ingreso y la riqueza” y “prestaciones sociales en dinero por recibir”; la correspondencia es mucho menor en “ingresos y otras rentas de la propiedad recibidos” (buena concordancia en solamente 1/3 de los países) y en un grado aún menor para los “ingresos del trabajo por cuenta propia” y de “viviendas arrendadas” (con una correspondencia buena en solamente ¼ de los países).
En el caso del gasto de consumo efectivo de los hogares, la brecha promedia (en una muestra de 21 países de la OCDE) es ligeramente superior al 40%. Esta diferencia se estrecha a menos de 30% cuando la comparación se basa en rubros “ajustados” para reflejar las diferencias en alcance entre las dos fuentes, y se ubica entre un mínimo de 16% en Australia y un máximo de 62% en México. En general la correspondencia entre totales micro y macro es “buena” para los componentes más grandes (alimentación, vivienda y transporte) pero considerablemente menor para “bebidas alcohólicas y tabaco” y para “otros bienes y servicios”.
En el caso del patrimonio de los hogares, la brecha entre los dos tipos de fuentes es marginalmente mayor (cuando se tienen en cuenta las diferencias en cobertura y en definiciones) que la obtenida al tratar ingreso y consumo, aunque en este caso la fuente se limita a 7 países de la OCDE. El rango de la brecha es similar a los reportados para ingreso y consumo de los hogares.
El segundo elemento del trabajo emprendido por el grupo de trabajo OCDE/EUROSTAT fue reunir la información sobre las discrepancias en la distribución de los distintos tipos de recursos económicos, tratando de ceñirse de manera tan estricta como posible a la definición y a los montos totales disponibles en las cuentas nacionales. Este ejercicio, realizado por expertos de 16 países de la OCDE, basado en información detallada de las fuentes macro y micro en sus países respectivos, llevó a estimativos experimentales de discrepancia, al principio o a finales de los 2000, para diferentes grupos de hogares (por quintiles de ingreso, por fuente principal de ingreso y por tipo de hogar) basados en selecciones comunes de unidades de análisis (individuos u hogares), criterios de agrupación de los hogares con características diferentes, y tipo de micro-fuentes empleadas en el ejercicio (Fesseau y Mattonetti, 2013).
Aunque la magnitud de las disparidades de ingreso que se muestran en este ejercicio, eran, en general, muy parecidas a las que indican las micro fuentes generalmente utilizadas en los países de la OCDE, hay un perfil que se destaca – generalmente omitido en los análisis que tratan separadamente las desigualdades entre ingreso y entre consumo – que es la prevalencia de las tasas de ahorro negativas en las partes baja y media de la distribución del ingreso en todos los países de la OCDE; en otras palabras, los ahorros están altamente concentrados en la parte superior de la distribución del ingreso, mientras que el desahorro es más frecuente en los hogares de las partes medias y bajas. Aunque esto puede en parte mostrar algunas particularidades metodológicas del ejercicio (inconsistencias de las micro fuentes y pasar por alto las transferencias entre hogares), también sugiere que, en muchos países, los hogares de ingresos medios y bajos pueden haberse endeudado para sostener sus condiciones de vida en el período previo a la crisis de 2007 (un período caracterizado por mayores desigualdades de ingreso y un ingreso medio estancado), elemento identificado por muchos analistas como uno de los elementos que contribuyeron de manera importante a la crisis financiera en los Estados Unidos.
14.2. Mediciones de bienestar económico fuera de las cuentas nacionales
El diseño de mejores mediciones del bienestar general de las personas puede requerir también ir más allá de los límites y convenciones de las cuentas nacionales. Desde una perspectiva de las cuentas nacionales, algunas de estas extensiones traen, conceptualmente, menos problemas que otras. Este es el caso de aquellas actividades de producción que no están incluidas dentro de la frontera de producción del SCN o de los productos naturales comerciales que se intercambian en los mercados. Otras extensiones, tales como las relacionadas con actividades de “no producción”, o de las funciones de apoyo proporcionadas por la naturaleza, son más controversiales e implican separaciones más importantes del marco del SCN.
Contabilización de flujos de producción fuera de las cuentas nacionales
Las actividades de producción se definen, convencionalmente, como aquellas cuyo resultado pudo haberse obtenido por una persona diferente, contratada para hacerlo (el criterio de la “tercera persona”). Existen actividades que satisfacen esta condición, pero no quedan incluidas por las dificultades prácticas de su medición. Este es el caso en particular de la producción de servicios de los hogares por cuenta propia. En tanto que la producción de bienes para su propio uso (agricultura de subsistencia, por ejemplo) y la producción de servicios de las viviendas ocupadas por sus propietarios están incluidos en el PIB, esto no se aplica a los servicios producidos por los hogares tales como la cocina y los cuidados de salud provistos en la casa, o a los insumos suministrados por los padres para el desarrollo de sus hijos. La exclusión es importante tanto para las comparaciones de bienestar económico entre países en un momento dado (las mujeres en algunos países proveen mucho más estos servicios que en otros), así como para interpretar los cambios en el bienestar económico a lo largo del tiempo (cuando la producción se desplaza de los hogares al mercado, las cuentas nacionales tendrán en cuenta la producción de mercado adicional pero no harán la deducción por la menor producción de servicios domésticos, sobrestimando por tanto el crecimiento del bienestar económico).
Apoyándose en un enfoque basado en insumos para valorar los servicios de no mercado de los hogares, Ahmad y Koh (2011) concluyeron que la valoración de estos servicios reduce la brecha de bienestar económico para todos los países de la OCDE en relación con los Estados Unidos (donde los gastos de consumo final por persona son los más elevados). En Turquía, (el país con el menor consumo de servicios de no mercado por los hogares, 30% del valor de los Estados Unidos (con PPC de 2008 EE.UU. = 100), el ajuste podría llevar este nivel al 50%, dependiendo de la valoración utilizada (véase el Gráfico 14.4). Los estimativos de los mismos autores sugieren que, si no hay cambio en la productividad de estos servicios, la disminución observada en el volumen de producción de estos servicios de no mercado en las últimas cuatro décadas en cinco países de la OCDE que tienen series disponibles sobre el uso del tiempo, implicaría que la tasa de crecimiento para este “PIB ampliado” (es decir, incluyendo estos servicios de no mercado), sería aproximadamente menor en un 40% que la del PIB solo.
Contabilización de los flujos de no-producción
Otras actividades que no representan producción económica (es decir, no satisfacen el criterio de la “tercera persona”) son también importantes para el bienestar económico de las personas, pues implican mayores posibilidades de consumo. Este es el caso del ocio, o sea el tiempo que la gente dedica a actividades que no están relacionadas con la producción ni con mantener la integridad física (tales como comer, dormir). Esto implica que cuando los trabajadores obtienen un mayor ingreso trabajando más horas o disponiendo de menos días festivos (en lugar de un mayor salario por un determinado número de horas trabajadas), algo que no está medido en las cuentas nacionales, el tiempo de ocio se “pierde” para los trabajadores a medida que aumenta su ingreso. Como tanto los niveles como la tendencia de la duración del tiempo de trabajo difieren entre países, cualquier ajuste que atribuya un valor al tiempo de ocio (comparado con el valor cero implícito en las cuentas nacionales convencionales) está llamado a tener un impacto amplio sobre las mediciones del bienestar económico2.
Como argumentan Stiglitz, Sen y Fitoussi (2009): “Consumir el mismo conjunto de bienes y servicios, trabajando 1 500 horas al año en lugar de 2 000 implica un mejoramiento de las condiciones de vida”.
Obtener un estimativo monetario para el tiempo de ocio trae consigo dificultades de medición tanto de cantidades como de precios. En cuanto a la primera, si bien las encuestas de uso del tiempo permiten derivar el tiempo que la gente dedica a las diferentes actividades, estas encuestas se realizan de manera muy poco frecuente, y su comparabilidad entre países es limitada. Para un mismo individuo la frontera entre tiempo de ocio y otras formas de uso del tiempo (por ejemplo, el tiempo dedicado a los niños) son también en parte arbitrarias, e igualmente, cuando se compara gente en diversas situaciones, el tiempo libre de un desempleado tendrá una naturaleza diferente que el mismo tiempo disponible para una persona con un trabajo bien remunerado. En cuanto a la valoración, atribuir un valor monetario al tiempo de ocio, de tal manera que se pueda comparar con los beneficios económicos de un mayor consumo de bienes y servicios de mercado es un desafío mayor que el de valorar el tiempo dedicado a la producción de bienes y servicios para el hogar, pues no existen mediciones equivalentes de mercado.
Aunque no existe un consenso internacional sobre cómo manejar estos retos, se han hecho en el pasado estimativos monetarios del tiempo de ocio y su impacto en una medida más amplia del bienestar económico. Aunque en los primeros intentos se medía el tiempo total de ocio, los más recientes se han concentrado más en la valoración del impacto de los cambios en el ocio a lo largo del tiempo, con diferentes mediciones referidas a los costos de oportunidad. Boarini et al. (2006) estimaron, con varios métodos de valoración, que ajustar el PIB por el tiempo de ocio de los trabajadores podría aumentar las condiciones de vida de varios países europeos (Holanda, Dinamarca) por encima de los niveles de EE.UU., y también que mientras la mayor parte de los países europeos estrecharían la brecha relativa con los EE.UU. estas brechas se ampliarían en otros países (como México y Corea) donde el tiempo de trabajo excede los niveles de los Estados Unidos.
Contabilización de las diferencias dentro de los bienes consumidos
El enfoque normal de la teoría del consumidor supone que las preferencias de las personas están dadas, y son independientes de las de otros, y que los beneficios marginales de las diferentes unidades de consumo adicional de bienes son iguales. Todas estas suposiciones contribuyen a la opinión de que “a mayor consumo, mayor bienestar”, una suposición que esta implícitamente reflejada en la metodología de las cuentas nacionales. En realidad, la naturaleza de los bienes y servicios consumidos puede impactar el bienestar económico de los consumidores en varias formas. Por ejemplo, más allá de los bienes privados tratados por la teoría económica, se encuentran los bienes posicionales (es decir, bienes cuya utilidad se ve negativamente afectada por el consumo de otros) y los bienes de estatus (es decir, bienes que se definen por su estilo, la moda y la marca), los cuales suponen un mayor gasto, pero no llevan a mayor bienestar para la comunidad como un todo. Hay además bienes cuya oferta está inherentemente restringida, tales como la vivienda localizada en inmediaciones de comodidades específicas, donde el ingreso relativo y no el ingreso absoluto es lo que cuenta para tener acceso a ellos; como también bienes públicos (por los que no se compite y su uso no es excluyente) y bienes en copropiedad (por los que se compite, pero no son excluyentes) y los dos tienden a ser insuficientes en el mercado. Para todos estos tipos de bienes, la evaluación convencional que realiza las Cuentas Nacionales (uso de precios de mercado) no permitemedir el impacto real de su consumo sobre el bienestar económico de las personas.
Finalmente hay bienes que se pueden denominar “indeseables” representados por los gastos que se hacen en relación con la congestión, los reclamos judiciales y la seguridad, o para mitigar las consecuencias de externalidades ambientales, que se asumen solamente para neutralizar las consecuencias de algún evento previo que ha reducido el bienestar general de la gente. En este caso, algunas actividades económicas que aumentan el PIB, simplemente corrigen los inconvenientes producidos por el crecimiento económico (la urbanización, por ejemplo), por la disminución del capital natural (gastos para reducir la contaminación) o social (gastos para aumentar la seguridad de las viviendas en barrios con alta criminalidad). Aunque todos estos gastos se tratan como “consumo final” en las Cuentas Nacionales, diferentes opciones normativas (por ejemplo, reclasificar estos flujos como “consumo intermedio” y no como “consumo final”) podrían llevar a una evaluación y una medición diferentes del bienestar económico. Una última consideración sobre los “indeseables”: Aunque estos gastos pueden mejorar el bienestar económico en una situación particular (por ejemplo, el gasto en servicios legales puede mejorar el bienestar económico después de la ocurrencia del litigio), en realidad, simplemente remedian los efectos de menoscabar algún derecho que no está contabilizado en las cuentas nacionales, lo cual se trata en la sección siguiente.
Contabilización de los stocks de capital: la sostenibilidad
En un mundo con recursos no-renovables limitados, el mayor PIB de hoy puede darse a expensas de un menor bienestar económico en el futuro. Este balance es la esencia de la discusión sobre sostenibilidad. En gran parte el empuje para la discusión de la sostenibilidad y para el compromiso de la comunidad estadística en ella, ha sido estimulado por las preocupaciones ligadas a la finitud de los recursos naturales y a las limitaciones ambientales. Mientras el SCN estima el consumo de capital fijo (que al deducirse del PIB conduce al PIN), este consumo es solo una medición parcial del capital que se está utilizando en la producción económica, (y, a fortiori, de que tanto de los stocks de capital que son de interés para otros resultados de bienestar, se están agotando por el proceso económico). La definición clásica de desarrollo sostenible dada por el informe Brundtland en 1987, indica que este “…satisface las necesidades presentes sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones a satisfacer sus necesidades”. A esta definición Martin Wietzman añadió la idea de que una medición de Producto Nacional Neto (corregido por la depreciación de todos los tipos de recursos que han contribuido a su formación), podría considerarse como la máxima tasa de consumo que podría mantenerse indefinidamente en el futuro.
Parte de la discusión sobre sostenibilidad está orientada por la preocupación sobre el estado de los recursos naturales. Las cuentas nacionales incluyen en el PIB la producción generada por los recursos naturales (por ejemplo, la madera en bruto), como también los gastos para exploración y mantenimiento, pero excluyen el desgaste de los stocks subyacentes. De la misma forma, las cuentas nacionales incluyen los gastos para la recuperación del hábitat afectado por los derrames de petróleo, o por otro tipo de desastres naturales o producidos por el hombre, pero no el daño que se ocasionó en un principio. Mientras que la restauración del hábitat mejora el bienestar económico de las personas, una vez ocurrido el daño, puede aún dejar el bienestar económico de la gente por debajo del nivel en que se encontraba antes de la ocurrencia, a pesar de tener un PIB mayor. Esto sugiere que, desde la perspectiva de la sostenibilidad, el problema del PIB como medición de bienestar económico no es la inclusión de los gastos defensivos relacionados con el medio ambiente, sino la omisión de los impactos económicos relacionados sobre el capital natural (no producido).
El capital natural comprende un rango amplio de activos, que van desde elementos transables, como los minerales y la madera en bruto, hasta los océanos y la atmósfera. Se puede hacer una distinción entre los “activos ambientales” que son los componentes individuales del medio ambiente (tales como el pescado o los recursos petrolíferos), y los “ecosistemas” que se refieren al funcionamiento conjunto de diferentes activos ambientales (tales como el suelo, los bosques, los ambientes acuáticos y la atmósfera). Una distinción ulterior, dentro de los activos ambientales, es la de recursos renovables y no renovables. Los recursos no renovables son agotables, y los stocks no pueden regenerarse después de ser explotados; incluye rubros tales como metales y otros minerales, tierra, carbón, aceite y gas. Los rubros renovables son aquellos que pueden, en principio, después de su explotación, regenerarse a través de un proceso de crecimiento o de repoblamiento – siempre y cuando se cumplan ciertas condiciones tales como la no violación de los niveles críticos. Estos activos renovables incluyen la madera de bosques administrados, lana de criaderos de ovejas, y pescado de criaderos administrados de manera sostenible.
La disponibilidad creciente de estadísticas sobre activos y flujos ambientales ha llevado al desarrollo de cuentas para hacer el seguimiento, de manera integrada y consistente, de los diferentes elementos del ambiente y de la manera en que están relacionados con la economía. En 2012, la Comisión Estadística de Naciones Unidas publicó un nuevo Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica (SCAE) y adoptó el Marco Central de este sistema como una norma internacional. El SCAE propone un marco para la medición de los activos ambientales tanto en unidades físicas como monetarias. Los elementos del marco central se están llevando a la práctica en muchos países alrededor del mundo, concentrándose principalmente sobre elementos específicos del marco global. A partir de 2015, la OCDE estará recogiendo una serie de “tablas básicas” con propósitos comparativos. Inicialmente se concentran en emisiones al aire y recursos naturales, con el propósito de ampliar las medidas de productividad para tener en cuenta los recursos naturales que se usan en la producción económica. Dentro de la Unión Europea, una primera reglamentación de Cuentas Ambientales adoptada en 2011, exige a sus miembros recopilar datos de tres módulos: i) impuestos ambientales, ii) emisiones al aire de 14 substancias por industrias y hogares y iii) cuentas del flujo material, con cobertura de toda la economía, de la extracción, las importaciones y las exportaciones de cerca de 40 materiales, con una primera fecha de entrega durante 2013. Se está en el proceso de adopción de una segunda regulación, que involucra tres nuevos módulos: i) gasto en protección ambiental; ii) bienes y servicios ambientales;y iii) flujos de energía física, cuya primera fecha de entrega se estima para 2017.
Otros tipos de capital, además de los recursos naturales y ambientales, son relevantes en términos de sostenibilidad (de la misma manera en que producciones que van más allá de bienes y servicios son importantes para el bienestar general). Para justificar el amplio rango de indicadores necesarios para medir el desarrollo sostenible, la Conferencia de Estadísticos Europeos (grupo sostenido por la Comisión Económica de Naciones Unidas para Europa (UNECE)) expidió en 2014 una serie de recomendaciones para medir el desarrollo sostenible. Este marco distinguía entre las dimensiones de “aquí y ahora” (las mediciones de resultados corrientes del bienestar general en un país, en un momento determinado), “después” (las mediciones de los stocks de capital en un país) y “en otro lugar” (es decir, las mediciones de los impactos de un país determinado sobre los flujos y stocks que prevalecen en otra parte). Este marco incluye tanto mediciones de como las actividades económicas de un país afectan los stocks de capital por fuera del territorio donde tiene lugar la producción como las mediciones de otros tipos de stocks de capital además del capital natural.
Con relación a las primeras, las mediciones de “huella” evalúan el impacto de las actividades económicas en un país, sobre el stock de recursos naturales disponible en otros o globalmente. Estas mediciones requieren una tabla insumo-producto mundial, que proporcione información no limitadas a las transacciones económicas que tienen lugar dentro de un país, sino también sobre flujos de bienes y servicios a través de las fronteras y que informe sobre la desagregación de las actividades de producción y consumo que caracterizan la globalización. Las mediciones de “huella” están más desarrolladas en el caso de las emisiones de carbón, ya que estas emisiones se pueden asociar directamente al volumen de los insumos de energía utilizados en la producción económica. Las mediciones experimentales de tales huellas de carbón muestran que, en el período 1995 a 2005, las emisiones basadas en la demanda de carbón por los países de la OCDE se incrementaron a una tasa ¼ mayor que las emisiones basadas en producción (pues estos países de manera creciente cambiaron hacia la importación de bienes y servicios intensivos en carbón de países no OCDE), mientras que las economías emergentes se caracterizaron por patrones opuestos.
En cuanto a las segundas (es decir, otros tipos de capital no económico de importancia para la sostenibilidad) el capital humano es un ejemplo concreto. El capital humano no está incluido dentro de la frontera de activos de las cuentas nacionales por dos razones: primero, es un stock, incorporado en la persona que invirtió en él, que no es “poseído” y transferible entre unidades, y segundo, las actividades adelantadas por la persona que invirtió en él no se consideran “producción” (es decir, no pueden ser delegadas a un tercero). El capital humano tiene otras características que lo diferencian del capital económico, en particular el hecho de que se aumenta (en lugar de agotarse) con el uso. Aunque existen mediciones físicas del capital humano (por ejemplo, el número de personas que han alcanzado diferentes niveles de calificación educativa, algunas veces resumidos mediante estadísticas como “media de los años de escolarización”, o de haber participado en diferentes programas de formación profesional), y mediciones de su calidad (por ejemplo, calificaciones en exámenes escolares, o evaluaciones de “lápiz y papel” de las competencias de estudiantes y adultos), estas mediciones tienen limitaciones en términos de comparabilidad entre países y entre programas. Existen mediciones monetarias del capital humano, que se basan generalmente en enfoques sea de producto, sea de insumo (Boarini et al., 2013); sin embargo, no hay consenso sobre cuál es el mejor enfoque de medición que se podría usar, ni sobre el alcance para integrar tales mediciones en las cuentas nacionales. A pesar de esta falta de consenso,considerar las actividades de aprendizaje emprendidas por individuos, como una contribución hacia la formación de capital humano, puede tener implicaciones significativas para la clasificación de los flujos relacionados con la educación que ya están incluidos en las cuentas nacionales, a los cuales se les considera de manera corriente como una forma de consumo y no como una inversión.
La OCDE define el capital humano como “el conocimiento, las habilidades, las competencias y otros atributos incorporados en individuos o grupos de individuos, adquiridos durante sus vidas y utilizados para producir bienes y servicios o ideas en condiciones de mercado” (Boarini et al., 2013).
14.3. La medición del bienestar general: una amplia agenda para “después del PIB”
El concepto de bienestar económico enfrenta la pregunta “¿qué tan bien está la gente?” y la responde examinando los bienes y servicios de que disponen las personas. Sin embargo, en sentido más amplio, el concepto de bienestar general, al abordar la misma pregunta, requiere que se examinen las condiciones necesarias para una buena vida. La noción de buena vida es el centro de la amplia agenda para “después del PIB”. Aunque hay muchos puntos de vista para definir una buena vida, la mayoría de ellos no la reducen solamente a las posesiones de la gente. Incluyen más bien una diversidad de aspectos y atributos que no se intercambian en el mercado y que son importantes, tanto a nivel individual (por ejemplo, salud, amistades, seguridad, etc.) como social (solidez de las comunidades, normas sociales). Este rango amplio de factores simplemente no está contabilizado por el PIB o por otras mediciones dentro de las cuentas nacionales.
Algunos autores han argumentado que, puesto que el PIB está altamente correlacionado con los aspectos no monetarios del bienestar general, concentrarse en el primero es todo lo que se requiere para lograr mediciones adecuadas del segundo. Sin embargo, la evidencia que soporta este punto de vista es débil. Muchos componentes no monetarios del bienestar de la gente van de la mano del PIB solamente hasta un cierto punto (Gráfico 14.6, paneles A y B). Por ejemplo, tanto la esperanza de vida y la satisfacción de vida (dos dimensiones críticas del bienestar de la gente) presentan un relación log-lineal con el PIB; esto implica que en promedio, los aumentos en la esperanza de vida y en la satisfacción de vida asociada con unidades adicionales del PIB se hacen crecientemente menores, pero también que un cambio porcentual dado en el PIB trae consigo el mismo aumento en las dimensiones no monetarias del bienestar, independientemente del ingreso promedio del país considerado. Aunque la relación log-lineal es consistente con la suposición microeconómica normal (que la utilidad marginal es decreciente en sus componentes), también se puede interpretar diciendo que, en los países de alto ingreso, el PIB es un proxy débil del bienestar general de la gente, y que la calidad de este proxy se deteriora a medida que el PIB aumenta. Esto es cierto también para todos los países que se encuentran por fuera de la relación curvilínea que ilustra el Gráfico 14.6. Por ejemplo, Rusia y Chile, se caracterizan por grandes diferencias en las expresiones de bienestar general a pesar de tener PIB per cápita similares, lo que implica que hay factores diferentesdel PIB que condicionan los resultados que se presentan.
La relación entre la satisfacción de vida y el ingreso ha sido objeto de mucha investigación alrededor de la llamada “Paradoja de Easterlin”. Richard Easterlin, un economista de Estados Unidos, observó en los años 1970 que el crecimiento económico (o crecimiento en el ingreso) en los Estados Unidos no se traducía en un mayor bienestar subjetivo. Algunas de las explicaciones adelantadas para explicar la paradoja incluyen la hipótesis del ingreso relativo (es decir, los individuos solamente se preocupan por los cambios en las posiciones relativas de su ingreso, y no sobre los cambios absolutos de este), la hipótesis de la adaptación o de la banda de caminar (que la gente modifica sus aspiraciones a medida que se hacen más rica) y la hipótesis de saturación (el ingreso adicional solamente aporta un bienestar subjetivo adicional a los pobres).
El bienestar general como capacidad
Como el PIB solo es insuficiente para medir el bienestar general de la gente en toda su complejidad, se han hecho muchos esfuerzos para diseñar nuevos sistemas de mediciones para el bienestar. La mayor parte de estos esfuerzos se han inspirado en el enfoque de la capacidad desarrollado por Amartya Sen. Este enfoque define el bienestar en términos de las oportunidades para vivir una buena vida. Estas capacidades se cuantifican por el conjunto de combinaciones alternativas de funcionalidades (las diferentes cosas que una persona puede valorar para hacer y ser) que la gente puede lograr. El desarrollo y el progreso exigen ampliar el conjunto de oportunidades y rehuir las opciones trágicas, donde una persona tenga que renunciar a la salud, la educación, la dignidad para asegurar la subsistencia material. En esta visión está implícita la noción de que los diferentes aspectos de la buena vida tienen valor por sí mismos y no simplemente como instrumentos para producir un mayor bienestar.
Este enfoque por la capacidad implica una definición multidimensional de bienestar que incluye tanto las capacidades como los resultados logrados. Puesto que tanto las funcionalidades como las capacidades son importantes, este enfoque se puede poner en funcionamiento mediante un tablero de indicadores para presentar todas las dimensiones importantes. La iniciativa de la OCDE Vida Mejor (Recuadro 14.2) y el Índice para una Vida Mejor van por esta vía.
Recuadro 14.2. El marco de la OCDE para medir el bienestar general
El marco de bienestar elaborado por la OCDE (Gráfico 14.7) es un intento para llevar a la práctica el enfoque de potencialidad y hacerlo mensurable, mediante indicadores de bienestar que pueden ser utilizados por quienes diseñan políticas y por las Oficinas Nacionales de Estadística para hacer el seguimiento de las condiciones de bienestar de la población y de su evolución a través del tiempo. El desarrollo del marco requiere, en primer lugar, hacer un listado de las potencialidades y funcionalidades que se deben tener en cuenta y luego identificar los indicadores específicos que se van a utilizar. En cuanto al primer aspecto, la OCDE define el bienestar general en dos dominios principales: las condiciones materiales de vida (es decir el “bienestar económico”) y la calidad de vida. Estos dos dominios se abren luego en 11 dimensiones, a saber: i) ingreso y riqueza; ii) trabajo y ganancias; iii) vivienda; iv) salud; v) balance trabajo y vida; vi) educación; vii) relaciones sociales; viii) compromiso cívico; ix) condiciones ambientales; x) seguridad personal; y xi) bienestar subjetivo. Estas once dimensiones se consideran universales, es decir, relevantes en todas las sociedades. Sin embargo, aunque estas dimensiones pueden variar entre países y contextos culturales, las dimensiones seleccionadas son importantes en todo el mundo, independientemente de su nivel socio-económico y de desarrollo humano.
La medición de cada una de esas dimensiones del bienestar trae consigo aspectos específicos y para muchas de ellas los indicadores disponibles no son de la mejor calidad (véanse OCDE 2011 y 2013 para una discusión detallada de estos aspectos). Sin embargo, se ha hecho mucho progreso estadístico durante los veinte últimos años en la medición de algunas dimensiones (empleo, salud, destrezas, medio ambiente). Para otras, hay aún un largo camino por recorrer, antes de disponer de indicadores basados en criterios internacionales bien establecidos (por ejemplo, relaciones sociales, gobernanza, seguridad personal). En general las estadísticas de bienestar sufren de una limitada comparabilidad temporal, de falta de oportunidad y de un nivel de detalle insuficiente (es decir, pueden estar disponibles a nivel macro, pero no para los diferentes subgrupos de la población).
También son típicamente solamente disponibles en términos físicos, lo que trae como consecuencia que no se pueden establecer negociaciones que incluyan valoraciones. En algunos casos, los datos disponibles no son instrumentos oficiales, lo que trae otros tipos de limitaciones estadísticas.
La medición y la comprensión de la multidimensionalidad: ¿Cuadro de Control o Índice?
Como el enfoque por las capacidades considera que todos los resultados, por si mismos, son valiosos, la forma más natural de llevarlos a la práctica es adoptando un cuadro de control de los indicadores, que permita ver sus resultados separadamente. Sin embargo, si bien una de las limitaciones de estos cuadros es que solamente admiten un ordenamiento parcial entre estados (pueden indicar si un país se comporta mejor que otro en cada una de las dimensiones separadamente, pero no asignar un mejor comportamiento global), una de las ventajas sin embargo es que permite describir las tendencias de cada uno de los componentes elementales, un aspecto que es particularmente importante desde un punto de vista de política.
Una alternativa al cuadro de control es utilizar índices que combinan indicadores elementales en una sola variable faro. Los índices compuestos combinan la información a nivel agregado y los índices sintéticos la combinan a nivel individual. La ventaja de los índices compuestos/sintéticos es que simplifican la lectura de los datos y tienen en cuenta la correlación conjunta de resultados, y por consiguiente indican posibles interrelaciones entre los componentes (sinergias o compensaciones a nivel agregado y concentraciones de ventajas o desventajas a nivel individual). Un inconveniente de los índices compuestos/sintéticos es que requieren hipótesis arbitrarias en las diferentes etapas de su construcción; por ejemplo, la normalización de los indicadores (cuando los componentes individuales de los índices no se miden en las mismas unidades), y la selección de las formas funcionales utilizadas para combinar los distintos elementos (es decir, si los argumentos son sustituibles o complementarios), como también sus ponderaciones. Es por lo tanto muy importante que estas hipótesis estén bien fundamentadas sea en la teoría económica o sea/y que se hayan probado mediante un análisis de sensibilidad.
El índice de Vida Mejor de la OCDE evita el problema permitiendo que los usuarios elijan su propio sistema de ponderación individual para agregar los diferentes indicadores.
La dicotomía entre el Cuadro de Control y los índices compuestos/sintéticos se ve cada vez más como innecesaria, puesto que se pueden utilizar los índices cuando aportan un valor agregado al análisis, pero al mismo tiempo se dispone de más información con los cuadros de control y se reconoce la limitación de los índices. Hay circunstancias en las cuales los índices compuestos/sintéticos son más adecuados que los cuadros, por ejemplo, cuando el objetivo no es el de hacer seguimiento al bienestar sino evaluar los impactos de una política sobre bienestar. Muchas políticas o programas públicos tienen un amplio espectro de efectos sobre la vida de las personas; es por tanto importante que su evaluación, ex ante o ex post, se acompañe de un juicio sobre el impacto global en el bienestar de la gente.
El trabajo de la OCDE siguiendo estos lineamientos busca la evaluación del impacto de los diferentes tipos de política con mediciones compuestas del bienestar que combinen tres de las dimensiones incluidas en el marco de la Iniciativa Mejor Vida mediante una métrica monetaria (véase el Recuadro 14.3).
Recuadro 14.3. El marco de Crecimiento Inclusivo de la OCDE
En el Marco de Medición del Crecimiento Inclusivo de la OCDE, un índice compuesto de bienestar (llamado “Condiciones de vida multidimensionales”), se define en términos del ingreso, de los aspectos de vida (no referidos al ingreso) logrados por un país, y de la manera como estos aspectos están distribuidos entre la población. Este índice se construye según las tres etapas siguientes:
Primero, se establece una medición de las condiciones de vida asociadas al ingreso (captadas por la vía del consumo o del ingreso real) a nivel individual.
Segundo, las otras dimensiones (no referidas al ingreso) se incorporan en el análisis, y se miden a nivel individual o de grupos de individuos para combinarlos luego con las mediciones del ingreso.
Tercero, esta medición de un estándar de vida más amplio se agrega sobre todos los individuos para obtener una medición global de condiciones de vida multidimensional.
El marco de la OCDE sique el enfoque de ingreso-equivalente (Fleurbaey, 2009) al realizar el segundo paso. El ingreso equivalente es el ingreso hipotético, que haría a una persona indiferente entre su situación corriente en términos de condiciones de vida no relacionadas con el ingreso y un estado de referencia (generalmente el mejor resultado posible de las dimensiones no asociadas al ingreso). El ingreso equivalente reemplaza entonces al ingreso monetario y las comparaciones de bienestar entre individuos o a lo largo del tiempo son similares a las de un caso normal. El enfoque de ingreso equivalente requiere monetizar los beneficios de los componentes diferentes del ingreso. Esta monetización depende primero de un nivel de referencia con el cual los individuos pueden comparar su estado actual (por ejemplo, los años de esperanza de vida por encima o por debajo del nivel de referencia de la longevidad). En un segundo paso, la distancia de los individuos a la referencia, medida en unidades no monetarias, se monetiza y se expresa en términos de ingreso equivalente. El Gráfico 14.8 muestra que, entre 1995 y 2007, el valor monetario de una medida (multidimensional) de condiciones de vida para un hogar mediano aumentó a un ritmo mayor que el PIB per cápita y que el ingreso de los hogares, impulsado por las mejoras en longevidad y el menor desempleo. Desde la crisis de 2007-09, las condiciones de vida (multidimensional) cayeron más que el PIB en todos los países de la OCDE afectados por la crisis, debido al mayor desempleo.
Referencias
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Notas
← 1. Las unidades de consumo generalmente ajustan el número de personas que pertenecen al mismo hogar, mediante factores (“escalas de equivalencia”) que reflejan la forma en que se comparten los recursos al interior de los hogares. El cálculo de las unidades de consumo requiere información de cómo están agrupadas las personas en diferentes hogares, una información de tipo micro. Para una descripción de las escalas de equivalencia, véase: www.oecd.org/eco/growth/OECD-Note-EquivalenceScales-pdf.
← 2. Los estimativos de OCDE sobre las horas anuales de trabajo por personas empleadas (referidas a trabajadores de tiempo completo y tiempo parcial) en 2012 iban de 2 226 horas en México a 1 381 horas en los Países Bajos (es decir, una diferencia del cerca de 40%). Desde 1979, las horas anuales realmente trabajadas por persona han disminuido, 18% en Francia pero solamente 2% en Estados Unidos.