Desde las primeras elecciones parlamentarias y presidenciales libres de Chile en 1989, las instituciones democráticas del país han destacado por su estabilidad y buen funcionamiento. En particular, la introducción en 2014 de una ley que regula el lobby (en adelante, la «Ley del Lobby»), tras once años de debate y tramitación parlamentaria, supuso un avance significativo en el fortalecimiento de la transparencia y la integridad de los procesos de toma de decisiones públicas en Chile. Entre otras medidas, la Ley del Lobby y sus reglamentos asociados imponen a las autoridades y funcionarios públicos la obligación de registrar y dar publicidad a sus reuniones y audiencias con lobbistas que pretendan influir en una decisión pública. Como resultado, Chile dispone de un marco normativo sólido para la transparencia en las actividades de lobby, en comparación con otros países de la OCDE.
Una década después de la implementación de la Ley y como parte de los esfuerzos más amplios de Chile para avanzar en la implementación de la recién adoptada Estrategia Nacional de Integridad Pública, el gobierno chileno está llevando a cabo esfuerzos para modernizar la Ley del Lobby para asegurar que sigue siendo adecuada para su propósito y cubre todo el espectro de prácticas y riesgos de lobby de hoy en día.