Un enfoque estratégico anticorrupción y de integridad permite a los gobiernos identificar desafíos, establecer prioridades y objetivos, definir acciones específicas para lograr los resultados deseados, establecer responsabilidades y crear consenso sobre objetivos y actividades, así como facilitar la implementación efectiva a través de procesos de monitoreo y evaluación basados en indicadores para medir el éxito. En resumen, un enfoque estratégico, generalmente a través del desarrollo de documentos estratégicos, puede cambiar el enfoque de un país de políticas anticorrupción y de integridad ad hoc relacionadas con, por ejemplo, el cabildeo, los intereses personales de los titulares de cargos o el control y auditoría internos, a un sistema de integridad coherente e integral (OCDE, 2020[12]). En este capítulo se examina hasta qué punto los países están adoptando este enfoque estratégico contra la corrupción.
En particular, analiza en qué medida los países están logrando una de las ambiciones centrales de la Recomendación de la OCDE sobre Integridad Pública: adoptar un enfoque de toda la sociedad, que involucre al sector privado, para frenar las formas más graves y perjudiciales de corrupción, como la influencia indebida, la corrupción política y la gran corrupción. El desarrollo de estrategias de integridad y anticorrupción debe ser transparente e inclusivo. Sin embargo, solo el 48% de los países ha asegurado que las estrategias de integridad pasan por consultas públicas estándar y muchos no han incluido a agentes no estatales en grupos de trabajo para desarrollar o enmendar estrategias de integridad. Un enfoque más inclusivo y basado en evidencia puede mejorar la calidad de las estrategias y aumentar la confianza en el gobierno.
El capítulo también evalúa hasta qué punto se están implementando las estrategias de los países. Las estrategias de alta calidad se asocian estadísticamente con la existencia de planes de acción integrales y el análisis ex ante de los riesgos de corrupción. Sin embargo, a menudo faltan estos planes de acción integrales e informes de seguimiento basados en fuentes fiables e indicadores preestablecidos. La tasa media de ejecución de las actividades previstas se sitúa en 67%, lo que significa que cerca de un tercio de las actividades planeadas aún no se han llevado a cabo. Además, el 60% de los países con una estrategia no llevan a cabo un seguimiento de la tasa de implementación en absoluto.
En general, el capítulo tiene tres conclusiones principales:
La mayoría de los países de la OCDE tienen un enfoque estratégico contra la corrupción.
Las estrategias de la mayoría de los países siguen centradas en áreas tradicionales, y solo una minoría de países apunta a nuevos riesgos.
Aproximadamente dos tercios de las actividades previstas en las estrategias de los países se llevan a cabo en la práctica.