Los Estados extranjeros han utilizado el financiamiento político para influir en el resultado de las elecciones en las naciones objetivo y socavar la integridad de estos procesos democráticos críticos. Esta financiación puede ser directa en forma de pagos en efectivo, donaciones de material en especie (como equipos de oficina o la producción de materiales de campaña) o pagos a organizaciones afiliadas a partidos políticos. También puede ser indirecta, por ejemplo, a través de organizaciones que llevan a los votantes a las urnas el día de las elecciones o la movilización de donaciones de los miembros de la diáspora (Vandewalker and Norden, 2021[36]). Este tipo de intervención puede conducir a una mayor polarización política en el país objetivo, aumentos en el apoyo a la nación interviniente, resultados electorales sesgados e injustos, reducción de la confianza y el compromiso en los procesos democráticos y electorales, e incluso el crecimiento de la violencia política en el Estado objetivo (Vandewalker and Norden, 2021[36]; Levin, 2016[96]).
Los Estados extranjeros también han perseguido la injerencia mediante la explotación de la puerta giratoria y los conflictos de intereses en los Estados objetivo. Los Estados extranjeros están tratando cada vez más de aumentar su poder de cabildeo y sus redes mediante la contratación de ministros y ex ministros y altos funcionarios para apoyar sus programas de influencia (Jones, 2023[97]; Bressanelli et al., 2020[10]). Estos compromisos buscan aprovechar los conocimientos, las redes y el perfil que tienen estos titulares de altos cargos públicos. Los funcionarios que prestan sus conocimientos y aptitudes a entidades extranjeras corren el riesgo de facilitar o proteger la actividad extranjera de injerencia, especialmente cuando los nombramientos de categoría superior no son transparentes ni se gestionan eficazmente mediante sólidas salvaguardias de integridad. Esos enfoques también pueden llevar a los altos funcionarios a tener muy en cuenta los intereses extranjeros, con la perspectiva de una futura contratación.
Los Estados extranjeros también pueden desestabilizar a los gobiernos a través de actividades encubiertas o ilícitas de influencia contra procesos legítimos de toma de decisiones y estructuras políticas. El uso de la influencia encubierta ha aumentado en la última década, y proteger a las sociedades abiertas de la influencia y la injerencia encubiertas extranjeras se ha convertido en una prioridad para muchos países de la OCDE (Bressanelli et al., 2020[10]). Los Estados extranjeros pueden ejercer esta influencia a través de la manipulación de información e injerencia extranjera, prácticas encubiertas de cabildeo, agendas ocultas impulsadas por laboratorios de ideas y organizaciones de la sociedad civil financiados por el extranjero, abuso del intercambio académico y la cooperación científica, movilización y recopilación de inteligencia a través de diásporas, e influencia a través de corporaciones afiliadas al Estado. Esta injerencia socava la integridad pública al aumentar el riesgo de que los titulares de cargos públicos ejerzan sus poderes, conscientemente o no, en interés de agentes extranjeros y no en el interés público de su propio país. Contribuye a una cohesión interna más débil de las sociedades abiertas y a la percepción de que las democracias son disfuncionales, corruptas y poco fiables, y puede aumentar el apoyo a formas de gobierno no democráticas.
La injerencia extranjera también puede debilitar el Estado de Derecho en las democracias, lo que plantea un desafío importante a la integridad de los procesos judiciales y la lucha contra la corrupción y el soborno transnacional. La injerencia extranjera en este contexto puede producirse mediante intentos de gobiernos extranjeros de influir en las investigaciones de corrupción por razones políticas, presionando a las autoridades policiales o judiciales para que inicien o detengan investigaciones contra personas o empresas específicas. Las campañas de desinformación para manipular la opinión pública y la percepción de los casos de corrupción pueden difundir información falsa o crear falsas narrativas, lo que puede afectar la credibilidad de las investigaciones y los procedimientos judiciales. Actores externos también pueden usar la piratería (hacking) y las interferencias cibernéticas para obtener acceso a información sensible relacionada con casos de corrupción o para manipular el curso de las investigaciones. Las potencias extranjeras también pueden utilizar la ventaja económica para influir en la gestión de los casos de corrupción, lo que lleva a investigaciones comprometidas o a resoluciones indulgentes de los casos.