Un elemento fundamental de la democracia es el principio de que las personas son libres de expresar sus opiniones y tienen las mismas oportunidades de estar representadas en la toma de decisiones del gobierno. Las personas que sienten que pueden influir en los procesos políticos tienen más probabilidades de participar en la vida cívica mediante el voto o involucrándose con los políticos y los partidos políticos. La eficacia política se refiere a la percepción de que las personas pueden participar e influir en los procesos políticos. Las personas que sienten que no tienen voz política son menos propensas a cumplir las leyes y normativas, y más propensas a participar en protestas como boicots, o a abandonar por completo el proceso democrático no participando o absteniéndose de votar (Prats y Meunier, 2021). Por esta razón, la eficacia política es clave en reforzar las instituciones democráticas al promover un ejercicio ciudadano activo y motivar a las personas para que participen en los procesos democráticos.
En los países de América Latina y el Caribe (ALC), en promedio, 31.4% de la población piensa que el sistema político permite a las personas como ellos tener voz en las medidas del gobierno. Aunque la falta de datos disponibles limita la comparación, esta cifra es similar a la media de los países de la OCDE (30%). Sin embargo, existen diferencias entre países. De los siete países de ALC con información disponible, solo en Argentina la mayoría de las personas (57%) cree que el sistema le permite opinar sobre las acciones del gobierno. En la mayoría de los demás países en los que se dispone de datos (cuatro de siete países), entre 30% y 34% de la población cree que su opinión es escuchada (Gráfico 2.6).
Entre finales de los años 1990 e inicios de los 2000, la región de ALC experimentó un avance significativo en la democratización, cuando casi todos los países adoptaron un sistema democrático de gobierno. Aunque la democracia en la región mostró resistencia incluso durante la pandemia de COVID-19 y las crisis posteriores, hay indicios de erosión democrática y de retroceso hacia el autoritarismo en varios países (IDEA Internacional, 2021). Por ejemplo, la satisfacción con la democracia ha disminuido en 18 de los 20 países durante la última década, pasando de un promedio de 57% de la población que expresaba satisfacción en 2012 a un 43% en 2021 (-14 p.p.). Haití destaca con el nivel más bajo de satisfacción con la democracia en 2021, con tan solo un 11% de la población satisfecha, un descenso significativo de 33 p.p. desde 2012. Otros países también experimentaron descensos sustanciales en ese período, como Brasil (-35 p.p.), Perú (-31 p.p.), Colombia y Panamá (ambos -29 p.p.) y Argentina (-26 p.p.). Uruguay va en contra de la tendencia al mostrar la puntuación más alta, con 82% de su población satisfecha con la democracia (Gráfico 2.7).
El descenso de la satisfacción con la democracia puede dificultar la disposición de los ciudadanos a participar en procesos democráticos, como las elecciones nacionales. El ejercicio electoral en las elecciones legislativas es un indicador básico de la participación ciudadana y de la eficacia política. De hecho, en la región la participación electoral cayó en 20 de los 27 países, con una disminución media de 69.4% a 62.7% (- 6.7 p.p.) entre 2010 y 2023 (Gráfico 2.8).